Con todo, esos primeros años, los llamados años de la infancia, los años de la luz, los años de la imagen dorada de la felicidad, son también, por qué no decirlo, los años de la oscuridad y del dolor, los años de la separación y de la muerte, los más azarosos y los más terribles de la vida. Y no solo porque todo lo visto durante esos años adquiere el valor de lo visto por primera vez y para siempre, y todo lo sospechado durante esos años adquiere el valor de lo sospechado por primera vez y para siempre, sino, sobre todo, porque nada de lo que ahí ocurre se olvida nunca. Nada se cura nunca. Nada se cura ni se olvida ya nunca.
Fernando Luis Chivite, El viaje oculto
Ed. Bassarai, 2001