sábado, 30 de septiembre de 2017

Un encuentro de dos salivas


El amor, un encuentro de dos salivas… Todos los sentimientos extraen su absoluto de la miseria de las glándulas. No hay nobleza sino en la negación de la existencia, en una sonrisa que domina paisajes aniquilados…

Emil Cioran

Fot. Dora Maar
Nush Eluard couchée à plat ventre sur la plage, 1936/37

La casa de la mirada


La casa de la mirada

A Matta

Caminas adentro de ti mismo y el tenue reflejo serpeante que te conduce
no es la última mirada de tus ojos al cerrarse ni es el sol tímido golpeando tus párpados:
es un arroyo secreto, no de agua sino de latidos: llamadas, respuestas, llamadas,
hilo de claridades entre las altas yerbas y las bestias agazapadas de la conciencia a obscuras.
Sigues el rumor de tu sangre por el país desconocido que inventan tus ojos
y subes por una escalera de vidrio y agua hasta una terraza.
Hecha de la misma materia impalpable de los ecos y los tintineos,
la terraza, suspendida en el aire, es un cuadrilátero de luz, un ring magnético
que se enrolla en sí mismo, se levanta, anda y se planta en el circo del ojo,
géiser lunar, tallo de vapor, follaje de chispas, gran árbol que se enciende y apaga y enciende:
estás en el interior de los reflejos, estás en la casa de la mirada,
has cerrado los ojos y entras y sales de ti mismo a ti mismo por un puente de latidos:
EL CORAZÓN ES UN OJO.

Estás en la casa de la mirada, los espejos han escondido todos sus espectros,
no hay nadie ni hay nada que ver, las cosas han abandonado sus cuerpos,
no son cosas, no son ideas: son disparos verdes, rojos, amarillos, azules,
enjambres que giran y giran, espirales de legiones desencarnadas,
torbellino de las formas que todavía no alcanzan su forma,
tu mirada es la hélice que impulsa y revuelve las muchedumbres incorpóreas,
tu mirada es la idea fija que taladra el tiempo, la estatua inmóvil en la plaza del insomnio,
tu mirada teje y desteje los hilos de la trama del espacio,
tu mirada frota una idea contra otra y enciende una lámpara en la iglesia de tu cráneo,
pasaje de la enunciación a la anunciación, de la concepción a la asunción,
el ojo es una mano, la mano tiene cinco ojos, la mirada tiene dos manos,
estamos en la casa de la mirada y no hay nada que ver, hay que poblar otra vez la casa del ojo,
hay que poblar el mundo con ojos, hay que ser fieles a la vista, hay que
CREAR PARA VER.

La idea fija taladra cada minuto, el pensamiento teje y desteje la trama,
vas y vienes entre el infinito de afuera y tu propio infinito,
eres un hilo de la trama y un latido del minuto, el ojo que taladra y el ojo tejedor,
al entrar en ti mismo no sales del mundo, hay ríos y volcanes en tu cuerpo, planetas y hormigas,
en tu sangre navegan imperios, turbinas, bibliotecas, jardines,
también hay animales, plantas, seres de otros mundos, las galaxias circulan en tus neuronas,
al entrar en ti mismo entras en este mundo y en los otros mundos,
entras en lo que vio el astrónomo en su telescopio, el matemático en sus ecuaciones:
el desorden y la simetría, el accidente y las rimas, las duplicaciones y las mutaciones,
 el mal de San Vito del átomo y sus partículas, las células reincidentes, las inscripciones estelares.

Afuera es adentro, caminamos por donde nunca hemos estado,
el lugar del encuentro entre esto y aquello está aquí mismo y ahora,
somos la intersección, la X, el aspa maravillosa que nos multiplica y nos interroga,
el aspa que al girar dibuja el cero, ideograma del mundo y de cada uno de nosotros.
Como el cuerpo astral de Bruno y Cornelio Agripa, como las granes transparentes de André Breton,
vehículos de materia sutil, cables entre éste y aquel lado,
los hombres somos la bisagra entre el aquí el allá, el signo doble y uno, V y ^ ,
pirámides superpuestas unidas en un ángulo para formar la X de la Cruz,
cielo y tierra, aire y agua, llanura y monte, lago y volcán, hombre y mujer,
el mapa del cielo se refleja en el espejo de la música,
donde el ojo se anula nacen mundos:
LA PINTURA TIENE UN PIE EN LA ARQUITECTURA Y OTRO EN EL SUEÑO.

La tierra es un hombre, dijiste, pero el hombre no es la tierra,
el hombre no es este mundo ni los otros mundos que hay en este mundo y en los otros,
el hombre es la boca que empaña el espejo de las semejanzas y dice sí,
el equilibrista vendado que baila sobre la cuerda floja de una sonrisa,
el espejo universal que refleja otro mundo al repetir a éste, el que transfigura lo que copia,
el hombre no es el que es, célula o dios, sino el que está sienpre más allá.
Nuestras pasiones no son los ayuntamientos de las substancias ciegas pero los combate y los abrazos de los elementos riman con nuestros deseos y apetitos,
pintar es buscar la rima secreta, dibujar al eco, pintar el eslabón:
El Vértigo de Eros es el vahído de la rosa al mecerse sobre el osario,
la aparición de la aleta del pez al caer la noche en el mar es el centelleo de la idea,
tú has pintado al amor tras una cortina de agua llameante
PARA CUBRIR LA TIERRA CON UN NUEVO ROCÍO.

En el espejo de la música las constelaciones se miran antes de disiparse,
el espejo se abisma en sí mismo anegado de claridad hasta anularse en un reflejo,
los espacios fluyen y se despeñan bajo la mirada del tiempo petrificado,
las presencias son llamas, las llamas son tigres, los tigres se han vuelto olas,
cascada de transfiguraciones, cascada de repeticiones, trampas del tiempo:
hay que darle su ración de lumbre a la naturaleza hambrienta,
hay que agitar la sonaja de las rimas para engañar al tiempo y despertar al alma,
hay que plantar ojos en la plaza, hay que regar los parques con risa solar y lunar,
hay que aprender la tonada de Adán, el solo de la flauta del fémur,
hay que construir sobre este espacio inestable la casa de la mirada,
la casa de aire y de agua donde la música duerme, el fuego vela y pinta el poeta.


Kentucky 1964

jueves, 28 de septiembre de 2017

Leyendo


Prevalece lo raro


Prevalece el misterio:
que haya amor,
que haya odio,
que existan cuerpos.

Prevalece lo raro:
las relaciones,
los Cantos Gregorianos,
el arte, el corno francés.

Prevalece el incendio de nuestras pasiones,
la rara faz de uno que no se ha ido
sino que se queda
e insiste
por amor y odio.

Prevalecen las extrañas miradas
y los cuerpos que no pueden tocarse
por miedo,
por extrañeza,
por temor.

Prevalece la distancia entre los amigos:
la palabra no dicha,
el gesto guardado,
los silencios
en medio de la ebriedad.

Prevalece que haya los otros y lo otro,
la “otredad”
el más allá de mí
y el más allá de ti,
la extrañeza
de lo que nunca puede alcanzarse.

Prevalece este raro plenilunio.

Prevalece lo raro
A Rainer y Paula Ossott
Junio, 1991

miércoles, 27 de septiembre de 2017

El crepúsculo de amatista


El crepúsculo, de amatista, se torna
Azul más y más intenso,
El farol llena de un tenue fulgor verde
Los árboles de la avenida.

El viejo piano interpreta una melodía
Serena y lenta y jovial;
Ella se encorva sobre las teclas amarillentas,
E inclina así su cabeza.

Tímidos pensamientos, ojos serios y abiertos
Y manos que vagan mientras escuchan...
El crepúsculo Se torna azul aún más oscuro
Con reflejos de amatista.

El crepúsculo de amatista.
De "Música de cámara"
Poesía completa Visor Libros 2007
Versión de José Antonio Álvarez Amorós

Fot. anónima del autor

Pecado original


(...) Una vez llegados a Sciolze no queda más que bajar aún un poco y se está ya en la llanura, la vuelta a la Colina se ha acabado.
Por ahora no ha hecho más que empezar y estamos por la puerta de Madonna della Scala. Entre vaquerías derruidas, altos chopos que susurran como pájaros por las tarde, arces, acacias e híspidos hierbajos, una vieja villa reitera con su nombre la triste observación de Baruffi: Villa Passatempo. En ese armonioso cuadrisílabo resuena un ansia profunda, mortal. Esa tupida sombra y esos altos árboles absortos tendrían que estar ahí para impedirle al tiempo que pasara o al menos para hacerle fluir más lentamente, resina dorada que se desliza a lo largo del tronco y no cascada que se precipita. Y en cambio el nombre dice que en esa villa neoclásica, con su escalera doble en la fachada y el frontón triangular estilo imperio, las dos damiselas de Verrua que la habitaban deseaban que el tiempo pasase rápido, que hubiese ya pasado, llegado ya cerca de su término.
Tal vez sea eso el pecado original, ser incapaces de amar y de ser felices, de vivir a fondo el tiempo, el instante, sin la manía de quemarlo, de hacer que acabe pronto. Incapacidad de persuasión, decía Michelstaedter. El pecado original introduce la muerte, que toma posesión de la vida, la hace sentir insoportable en cada una de las horas que acarrea en su transcurso, y obliga a destruir el tiempo de la vida, a hacerlo que pase pronto, como una enfermedad; matar el tiempo, una forma educada de suicidio.

Claudio Magris
Colina
incluido en Microcosmos
Anagrama
Trad. J. A. González Sainz

Pola


POLA

Como ese aleteo fuerte
que hacen las gaviotas
para después planear
sin resistencia por el aire
así le gustaría a Pola
hendir su mundo privado

Héroes


Uno puede empezar una historia por la mitad y luego avanzar y retroceder audazmente hasta embarullarlo todo. Puede también dárselas uno de moderno, borrar las épocas y las distancias y acabar proclamando, o haciendo proclamar, que se ha resuelto por fin a última hora el problema del tiempo y del espacio. Puede también sostenerse desde el principio que hoy en día es imposible escribir una novela, para luego, y como quien dice disimuladamente, salirse con un sólido mamotreto y quedar como el último de los novelistas posibles. Se me ha asegurado asimismo que resulta bueno y conveniente empezar aseverando: Hoy en día ya no se dan héroes de novela, porque ya no hay individualistas, porque la individualidad se ha perdido, porque el hombre es un solitario y todos los hombres son igualmente solitarios, sin derecho a la soledad individual, y forman una masa solitaria, sin hombres y sin héroes. Es posible que en todo eso haya algo de verdad. Pero en cuanto a mí, Óscar, y en cuanto a mi enfermero Bruno, quiero hacerlo constar claramente: los dos somos héroes, héroes muy distintos sin duda, él detrás de la mirilla y yo delante; y cuando él abre la puerta, pese a toda la amistad y a toda la soledad, no por eso nos convertimos, ni él ni yo, en masa anónima y sin héroes.

Günter Grass
El tambor de hojalata
Ed. Anagrama
Trad. Miguel Sáenz

martes, 26 de septiembre de 2017

Que se las arregle


Las viejas señoras solas eran la clientela básica del hotel; además de la condesa, profesores jubilados, viudas de altos oficiales,en especial de aviación, una mujer entrada en años de ojos endemoniados, siempre vestida de verde, con zapatos descangallados, que escribía febrilmente llenando hojas y más hojas y de cuando en cuando preguntaba al primero que pasara, si en su opinión el presidente de los Estados Unidos y el comandante de las fuerzas de la OTAN en Verona - que se telefoneaban cada tarde, decía, a las siete, hora italiana- habrían recibido su manuscrito que resolvía de una vez para siempre los problemas del mundo y de todos. Era fundamental que lo leyeran, añadía, por el bien y la salvación universal, pero cuando alguien le preguntó en qué lengua escribía al presidente de los Estados Unidos, le había respondido que, naturalmente, ella le escribía en italiano, pues en la Casa Blanca no sería por traductores y además, "a esas alturas, le diré, que se las arregle."
Que se las arregle - quizá era la respuesta adecuada a todas las descaradas pretensiones con las que el mundo atrapa y tritura a un pobre diablo,si tiene la torpeza de mostrarse un poco dispuesto. Subir a la habitación y dejar que el mundo se las arregle, mientras las tardes y los años se confunden y caen en el negro vano del ascensor, antesala del sueño, geometría de las cosas que se hacen cada vez más iguales y regulares bajo los párpados, hasta que toda diferencia se apaga. Parece cosa de nada, quedarse dormido, pero cuando no se es ya capaz, uno se da cuenta de lo que quiere decir.

Claudio Magris
Colina
incluido en Microcosmos
Anagrama
Trad. J. A. González Sainz

Foto: Brooke DiDonato

Dibujar el mundo


Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años, puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.

Jorge Luis Borges

Foto: Hiroshi Sugimoto

El arte de la poda


El trabajo humano había interesado siempre a Cosimo, pero hasta entonces su vida en los árboles, sus desplazamientos y sus cazas habían respondido siempre a inspiraciones aisladas e injustificadas, como si fuera un pajarillo. Ahora, en cambio, lo asaltó la necesidad de hacer algo útil para su prójimo. Y también esto, bien mirado, era algo que había aprendido en su trato con el bandido; el placer de hacerse útil, de desplegar un servicio indispensable para los demás.

Aprendió el arte de podar los árboles, y ofrecía su trabajo a los cultivadores de huertos, en invierno, cuando los árboles extienden irregulares laberintos de palitos y parece que no desean sino ser reducidos a formas más ordenadas para cubrirse de flores y hojas y frutos. Cosimo podaba bien y pedía poco, de modo que no había pequeño propietario o arrendatario que no le pidiese que pasara por sus tierras, y se le veía, en el aire cristalino de esas mañanas, erguido, esparrancado en los bajos árboles desnudos, el cuello envuelto en una bufanda hasta las orejas, levantar unas grandes tijeras y, ¡chac!, ¡chac!, hacer volar con tijeretazos seguros ramitas secundarias y puntas. El mismo arte desplegaba en los jardines, con los árboles de sombra y de adorno, armado con una corta sierra, y en los bosques, donde intentó sustituir el hacha del leñador, sólo adecuada para asestar golpes al pie de un tronco secular para derribarlo entero, por su ligera hacheta, que trabajaba sólo en horcaduras y copas.

En suma, supo convertir su amor por este elemento arbóreo, como ocurre con todos los amores verdaderos, en algo despiadado y doloroso, que hiere y saja para hacer crecer y dar forma. Es cierto que procuraba siempre, al podar y talar, servir no sólo al interés del propietario del árbol, sino también al suyo, de viandante que necesita hacer más practicables sus caminos; por eso se las arreglaba para que las ramas que le servían de puente entre un árbol y otro se salvaran siempre, y recibieran fuerza de la supresión de las demás. Así, esta naturaleza de Ombrosa que había encontrado ya muy benigna, contribuía con su arte a hacerla mucho más favorable para él, amigo al mismo tiempo del prójimo, de la naturaleza y de sí mismo. Y de las ventajas de este prudente obrar se benefició sobre todo en edad más tardía, cuando la forma de los árboles suplía cada vez más su pérdida de fuerzas. Después, bastó con la llegada de generaciones con menor criterio, de imprevisora avidez, gente no amiga de nada, ni siquiera de sí misma, y ya todo ha cambiado, ningún Cosimo podrá ya avanzar por los árboles.

Italo Calvino
El barón rampante
Siruela.
Trad. Esther Benítez

O lo uno o lo otro


En el cristianismo la sensualidad es puesta por primera vez bajo la determinación del espíritu. Es totalmente natural que así sea, pues el cristianismo es espíritu, y el espíritu es el principio positivo que aquél introdujo en el mundo. Pero, puesto que la sensualidad se ve bajo la determinación del espíritu, se entiende que su sentido está en que debe ser excluida; pero justamente por que debe ser excluida está determinada como principio, como poder; pues aquello que el espíritu, que es el mismo un principio, debe excluir, debe ser algo que se muestre como principio, por más que sólo se muestre como principio en el momento en que es excluido.

Søren Kierkegaard
O lo uno o lo otro
Trotta, 2006
Trad. B. Sáez Tajafuerce y D. González

Foto: Anne de Gelas

domingo, 24 de septiembre de 2017

Leyendo


Cathy O'Donnell leyendo, 1945

La muerte de Ibsen


Acaba de salir la noticia en la prensa: que a día de hoy, esto es, 23 de mayo de 1906, y a la edad de setenta y nueve años, Henrik Ibsen, nacido en Skien, de estirpe vikinga, precursor de su oficio, guerrero de coraza negra, se ha ido al mismo lugar de donde vino; que todo lo que habíamos agrupado bajo su nombre, glóbulos rojos, esqueleto, nervios, ánimo, vigor, todo ello ya forma parte del pasado, de la eternidad.
Un germano puntual. Ya antes de morir había puesto el punto final. "Epílogo", así subtituló su último drama. Es difícil morir de forma bella (sobre todo para los nórdicos). Pero morir de forma ordenada, ésa es su belleza. Sombart considera que el orden es el principal rasgo de los pueblos germanos: ¿no tiene razón, incluso en la muerte? Goethe muere cuando pone el punto final al "Fausto". Richard Wagner muere cuando retoma en "Parsifal" el motivo de "Lohengrin", cerrando así este segundo anillo. El noruego Ibsen nos ofrece en su última obra el canto a la tierra de un moribundo. No escribió una palabra más. Su última obra es una brillante y melancólica alabanza de un plazo ya vencido. Una despedida que es a su vez un profundo grito existencial. Un ajuste de cuentas: cuando despertamos los muertos. Luego se mete en la cama y en el ataúd. ¡Morir con puntualidad!
Las últimas palabras de esta última obra son: "Pax vobiscum". La última figura que creó: Irene. Traducido: paz, paz, paz.
Se ha cumplido el programa. Ahora viene el "gran silencio"*. Morir en orden.

*Último acto de " El pequeño Eyolf" (1894): "Hacia arriba, a la cumbre. A las estrellas. Y al gran silencio"

Alfred Kerr
La muerte de Ibsen
De "La eternidad de un día. Clásicos del periodismo literario alemán (1823-1934)"
Edit. Acantilado
Trad. Francisco Uzcanga Meinecke

En la foto el señor Henrik Ibsen, circunspecto y grave

sábado, 23 de septiembre de 2017

Pensamiento


... el pensamiento, ese miserable seudónimo de la soledad.

Edit. Impedimenta
Trad. Marian Ochoa

Efímero y eterno


Lo efímero no es lo opuesto a lo eterno. Lo opuesto a lo eterno es lo olvidado. Hay quienes viven pensando que lo olvidado y lo eterno son la misma cosa. Se equivocan. Otros dicen que lo eterno nos necesita: y ésos están en lo cierto. Lo eterno te necesita a ti, en tu celda, y a mí aquí, escribiéndote y enviándote pistachos y chocolate.

John Berger
De A para X
Edit. Alfaguara
Trad. Pilar Vázquez

Ceguera


He intentado no pensar
demasiado. He intentado ser 
natural.
He intentado ser ciega en el amor,
como las otras mujeres,
ciega en la cama, con mi amante ciego,
sin buscar, en la densa oscuridad,
un rostro ajeno.

Ed. Nórdica
Trad. María Ramos López

viernes, 22 de septiembre de 2017

La lección de música


Una voz resuena en el tiempo; luego se desprende de las condiciones prácticas, dialogadas o cantadas y sociales de la palabra humana. Juega con su propio fantasma o juega con su propia imagen, o juega con su recuerdo. A todas estas posibilidades se les ha dado, recientemente, el nombre de "literatura". La palabra es muy sonora. Se hablaba de amor a las letras y los libros. El amor a las letras y los libros, o la literatura, tienen que ver con la voz desaparecida, son mudados de mudados. Quienes escriben libros y tienen en alguna estima la belleza, atraen hacia sí un fantasma de voz sin que puedan pronunciarla; es su única guía. Se engañan sobre su propio silencio; intentan llamar a veces hasta en el silencio de su libro a una voz que precede a una voz, lo más a menudo muerta y siempre demasiado significante. Igual que los músicos que llaman a gritos a una voz siempre más viva, es decir, más insignificante, más infantil, más orgánica; una voz que es anterior a la muda y que los ha hecho decidirse por la música instrumental o la composición musical. Antes incluso de la escritura, la voz silenciosa precedió a la voz enmudecida que la escritura permitió. Las obras artísticas orales tenían que ver con la voz silenciosa, de la misma forma que tenían que ver con el canto, con la lira, con la flauta, con la danza.

Pascal Quignard
La lección de música
Edit. Funambulista
Trad. Ascensión Cuesta

Desolado


Desolado

De tanto imaginarte, sonreírte, esperarte, me canso. Te veo y pregunto ¿eres tú?
Respiro tu llegada; ya sin creer.

No me pidas explicaciones.
No me quites la idea que tengo, tan vaga.
No me pruebes, por favor, en terreno firme (me harías a un lado).

Algunas veces de ti no queda nada, una pequeña lámina.
Si llegas, te aproximas, te parece bien, sencillamente será otra cosa, otra cosa, cosa de delirio.
Tendrás magnitud y calor.

Eres el otro lado del botín.
¿Comprendes?

de "Los cuadernos del destierro" 1960

Leyendo


jueves, 21 de septiembre de 2017

You


8. You

Tú apareces,
tú te desnudas,
tú entras en la luz,
tú despiertas los colores,
tú coronas las aguas,
tú comienzas a recorrer el tiempo como un licor,
tú rematas la más cegadora de las orillas,
tú predices si el mundo seguirá o va a caer,
tú conjuras la tierra para que acompase su ritmo a tu lentitud de lava,
tú reinas en el centro de esta conflagración
y del primero 
al séptimo día 
tu cuerpo es un arrogante 
palacio
donde vive
el
temblor.

de "Una Isla" 1958

martes, 19 de septiembre de 2017

Una llama


Señor, danos un largo invierno
y música tranquila, y labios pacientes.
Y un poco de orgullo antes
de que se acabe nuestro siglo.
Danos el asombro
y una llama alta, clara.

Una llama

Fot. Atribuida a Christopher Broadbent

lunes, 18 de septiembre de 2017

Leyendo



Tristemente naturales


Me están mirando en tus ojos
los ángeles del instante,
los ángeles que han perdido
la memoria al contemplarse.

Me estoy reuniendo en tus brazos;
te siento casi quemándome;
arden el tronco y las ramas
pero las hojas no arden.

Estamos juntos, sin vernos,
repetidos y distantes,
juntos pero no vividos,
tristemente naturales.

Tristemente naturales

domingo, 17 de septiembre de 2017

Sombras blancas


Sombras frágiles, blancas, dormidas en la playa,
dormidas en su amor, en su flor de universo,
el ardiente color de la vida ignorando
sobre un lecho de arena y de azar abolido.

Libremente los besos desde sus labios caen
en el mar indomable como perlas inútiles;
perlas grises o acaso cenicientas estrellas
ascendiendo hacia el cielo con luz desvanecida.

Bajo la noche el mundo silencioso naufraga;
bajo la noche rostros fijos, muertos, se pierden.
Sólo esas sombras blancas, oh blancas, sí, tan blancas.
La luz también da sombras, pero sombras azules.

Sombras blancas

viernes, 15 de septiembre de 2017

Yo no necesito tiempo



Yo no necesito tiempo
para saber cómo eres:
conocerse es el relámpago.
¿Quién te va a ti a conocer
en lo que callas, o en esas
palabras con que lo callas?

El que te busque en la vida
que estás viviendo, no sabe
mas que alusiones de ti,
pretextos donde te escondes.
Ir siguiéndote hacia atrás
en lo que tú has hecho, antes,
sumar acción con sonrisa,
años con nombres, será
ir perdiéndote. Yo no.

Te conocí en la tormenta.
Te conocí, repentina,
en ese desgarramiento
brutal de tiniebla y luz,
donde se revela el fondo
que escapa al día y la noche.

Te vi, me has visto, y ahora,
desnuda ya del equívoco,
de la historia, del pasado,
tú, amazona en la centella,
palpitante de recién
llegada sin esperarte,
eres tan antigua mía,
te conozco tan de tiempo,
que en tu amor cierro los ojos,
y camino sin errar,
a ciegas, sin pedir nada
a esa luz lenta y segura
con que se conocen letras
y formas y se echan cuentas
y se cree que se ve
quién eres tú, mi invisible.

de "La voz a ti debida"

Leyendo


Septiembre


-Entre los meses intermedios, cuál prefiere, ¿abril o septiembre?
-Septiembre. Es más femenino, más discreto, más misterioso. Parece una primavera vista en sueños. Todas las plantas, al perder lentamente su fuerza, pierden también algo de su realidad. Mire el mar, allí abajo. ¿No da la impresión de ser una atmósfera más que una masa de agua? Nunca como en septiembre, la unión del cielo y del mar es tan mística y profunda.

Gabriele D'Annunzio
El placer
Ed. Cátedra, 1991
Ed. y trad. Rosario Scrimeri

Foto: Edward Steichen

Arder


Si yo no ardo,
si tú no ardes,
si nosotros no ardemos,
¿cómo de las tinieblas
haremos
claridad?

jueves, 14 de septiembre de 2017

Recuerdos


Pavese… aquella primavera solía llegar a nuestra casa comiendo cerezas. (…) Desde la ventana lo veíamos aparecer por el fondo de la calle, alto, con su rápida forma de caminar: venía comiendo cerezas y arrojando lo huesos contra la pared con un tiro seco y fulminante. Para mí la derrota de Francia quedó unida para siempre a aquellas cerezas que él nos hacía probar cuando llegaba, sacándoselas una a una del bolsillo con su mano parsimoniosa y huraña.

Natalia Ginzburg
Léxico familiar
Edit. Lumen, 2007
Trad. Mercedes Corral

Soportales


Para los habitantes de la ciudad, los soportales constituyen una especie de agenda personal de piedra, ladrillo y adoquines. Uno puede ir a ver a sus acreedores, a su amor secreto, a su acérrimo enemigo, a su madre, al dentista, o a su amigo más antiguo; puede ir a su tienda de café favorita, a la oficina de empleo local, o a ese banco en el que se suele sentar profundamente solo, donde, tal vez, se recoloca la tirita que se ha puesto en el dedo para cubrir una verruga abierta y, adondequiera que vaya, irá siempre a cubierto. ¿Y en qué cambia eso nuestra vida? En nada. Pero bajo los soportales, el eco de la vida suena de otra forma. Y al caer la tarde, el Placer y la Desolación pasean de la mano por ellos.

John Berger
El toldo rojo de Bolonia
Edit. Abada, 2011
Trad. Pilar Vázquez

Pesan


La cuestión se reduce a estar vivo un instante,
aunque sea un instante no más,
a estar vivo
justo en ese minuto
cuando nos escapamos
al mejor de los mundos imposibles.
En donde nada importa,
nada absolutamente –ni siquiera
las grandes esperanzas que están puestas
todas sobre nosotros, todas,
y así pesan.


miércoles, 13 de septiembre de 2017

Intensidad


No hay espacio ni tiempo, sólo intensidad. 
Y todo lo domesticado carece de inmensidad.


Foto de Julia Hetta para AnOther, Spring\Summer 2013
Irina Kravchenko en "A little swelling"

Salvación por la palabra


Y sin embargo
en el comienzo de la mentira
en el movimiento ciego y apurado
y sin asilo
en el falso espejo de la palabra
está nuestra morada
y nos consume
y aprisiona con su palma de siglos.
Aceptar esta muerte morosa
el imperio de esta lenta podredumbre
y sin hoguera
sin resurrección acaso. 
Aceptar la soledad de una frase
que destruye el mundo que rodea
en una imagen sin recuerdo
sin ojo. 
Aceptar el altivo exilio de nombrar. 
Aceptar
la débil esperanza de la profecía
y del oráculo 
que nadie entendió.

Salvación por la palabra
De: Mutaciones, 1964

En alabanza del aburrimiento


Cuando el aburrimiento los golpee, entréguense a él. Que los aplaste, que los sumerja, toquen fondo. En general, con las cosas desagradables, la regla es: mientras más pronto toquen fondo más pronto volverán a flotar. La idea aquí, para parafrasear a otro gran poeta de la lengua inglesa, es mirar de frente a lo peor. La razón por la que el aburrimiento merece semejante escrutinio es que representa el tiempo puro, incontaminado, en todo su repetitivo, redundante y monótono esplendor.

Para decirlo de alguna manera, el aburrimiento es nuestra ventana sobre el tiempo, sobre esas propiedades suyas que uno tiende a ignorar con peligro probable del propio equilibrio mental. En suma, es nuestra ventana sobre la infinitud del tiempo, es decir, sobre nuestra insignificancia en él. Esto es lo que cuenta, tal vez, en nuestro horror por los atardeceres solitarios y torpes, en la fascinación con la que a veces miramos una mota de polvo flotar en un rayo de sol, cuando en alguna parte repica un reloj, hace calor y nuestra fuerza de voluntad es nula.

Una vez abierta esa ventana, no intenten cerrarla; déjenla, por el contrario, de par en par. Porque el aburrimiento habla el lenguaje del tiempo y va a enseñarles la lección más valiosa de la vida -la que no obtuvieron aquí, en estos verdes prados-: la lección de su completa insignificancia. Será valiosa para ustedes, así como para aquellos con quienes se codeen. "Eres finito", les dirá el tiempo con voz de aburrimiento, "y hagas lo que hagas, desde mi punto de vista es fútil". Por supuesto que esto no será música para sus oídos; pero el sentido de futilidad, de significación limitada incluso para las mejores acciones, para las más ardientes, es mejor que la ilusión de sus consecuencias y el consiguiente autobombo.

Pues el aburrimiento es una invasión del tiempo en nuestro repertorio de valores. Pone nuestra existencia en perspectiva, con un resultado neto que siempre implica precisión y humildad. La primera, debe notarse, engendra la segunda. Mientras aprendemos sobre nuestro propio tamaño, más humildes y más compasivos nos volvemos con nuestros semejantes, con ese polvo flotante en un rayo de luz o ya inmóvil sobre la mesa. ¡Ah, cuánta vida hubo en esas motas! No desde nuestro punto de vista, sino desde el de ellas. Nosotros somos para ellas lo que el tiempo es para nosotros; por eso es que parecen tan pequeñas. ¿Y saben lo que dice el polvo cuando lo limpian de la mesa?

"Recuérdame",
susurra el polvo.

Nada podría estar más lejos de la agenda mental de ustedes, jóvenes y despiertos, que el sentimiento expresado en estos dos versos por el poeta alemán Peter Huchel, ya muerto.

Lo he citado porque me gustaría inculcar en ustedes la afinidad con las cosas pequeñas -semillas y plantas, granos de arena o mosquitos-, pequeñas pero numerosas. Cité estos dos versos porque me gustan, porque me reconozco en ellos y, si a ello vamos, en cualquier organismo vivo que debe ser limpiado de la superficie disponible. "Recuérdame, susurra el polvo". Y lo que oímos es que si de vez en cuando aprendemos algo sobre nosotros por cuenta del tiempo, quizás el tiempo pueda, a su vez, aprender algo de nosotros. ¿Qué habría de ser? Que aunque inferiores en significación, tenemos la ventaja de la sensibilidad.
En alabanza del aburrimiento (fragmento)
Conferencia en la Universidad de Dartmouth, 1989
Texto completo

Foto: Kazuo Kitai

martes, 12 de septiembre de 2017

La belleza es mirada


En el caso de una película a partir de este libro, la niña no debería ser de una belleza exclusivamente bella. Sería tal vez peligroso para la película. Hay otra cosa en ella, la niña, algo ”difícil de evitar", de una curiosidad salvaje, de una falta de educación, de una falta, sí, de timidez. Una especie de Miss Francia en niña haría que toda la película se derrumbara. Más aún: la haría desaparecer. La belleza no hace nada. No mira. Es mirada.

Marguerite Duras
Notas al margen.
El amante de la China del Norte
Ed. Tusquets, 1998
Trad. Beatriz de Moura

Collage Katrien de Blauwer

Quien dice la sombra


Dice la verdad 
Quien dice la sombra.

Edit Trotta, La dicha de enmudecer
Trad. José Luis Reina Palazón.

Foto del prólogo de Carlos Ortega

Amapolas en julio


Pequeñas amapolas, llamitas infernales,
¿es que daño no hacéis?
Se apagan y reviven. No puedo tocarlas.
En su fuego pongo las manos. Nada se incendia.
Contemplarlas me consume
Llameando así, su rojo ajado y brillante como piel
de alguna boca.
¡Una boca recién ensangrentada
pequeñas faldas sangrientas!
Hay efluvios que no puedo asir.
¿Dónde están tus opios, tus asquerosas cápsulas?
¡Si pudiera desangrarme y dormir! —
¡Si pudiera mi boca unir a una herida así!
Oh, vuestros líquidos rezuman en mí, cápsula de vidrio
Apagándose y aquietándose.
Mas, sin color, sin color. Descoloridamente.

Amapolas en julio
de "Ariel"
Versión Cecilia Bustamante 

Foto: Irving Penn, 1984

lunes, 11 de septiembre de 2017

Ménage


MÉNAGE

"La vuelvo a ver ahora, ya no más sola, diferente,
en la habitación más profunda de la casa,
en la luz unida, sin color y sin tiempo, filtrada por las cortinas,
con las piernas estiradas sobre el diván, acurrucada
junto al tocadiscos que se mantiene bajo.
“No en esta vida, sino en otra”, fulgura su mirada alegre,
que sin embargo se evade, como ofendida
por la presencia del hombre que la limita y la aplasta.
“No en esta vida, sino en otra”, le leo con claridad en el fondo de las pupilas.
Es mujer no solo porque lo piensa, porque orgullosamente tiene esa certeza.
Y no es esta la última de sus gracias
En un tiempo como el nuestro, que, con todo, no le es extraño ni adverso.
“Conoces a mi marido, me parece”, y él despliega una sonrisa desafortunada,
tan lista como huidiza, casi con ganas de sacudírsela de encima
y empujarla hacia atrás, del otro lado de una pared de niebla y de años,
y mientras se me aproxima tiene el aire de quien avanza
íntimamente, como dos hombres, al punto de la cuestión.
“¿Hay algo que pueda rescatarse de los sueños?”, me pregunta,
fijando sobre mí sus ojos vacíos
y blancos, no sé si de torturador, en alguna “casona triste”, o de gurú.
“¿Algo de qué tipo?”, y la miro mientras irradia su ternura
hacia mí, desde el rubio de su mirada fluida y certera
y un poco se apiada de mí, creo, por estar debajo de esas garras.
“Los sueños de un alma madura para recoger lo divino
son sueños que dan luz; pero en un nivel más bajo
son indignos, expresión de lo animal, y basta”, agrega
y apunta sus ojos impenetrables que no se qué observan ni dónde.
No entiendo todavía si me interrogan
o continúa un discurso por su cuenta sin origen y sin fin
y ni siquiera si habla con orgullo
o algo oscuro e inconsolable le está llorando adentro.
“Pero para qué hablar de sueños”, pienso
y busco un nido por mi mente
en ella que está aquí, presente en este instante del mundo.
“¿Usted no está soñando ahora?”, me dice mientras sube por la calle
un grito de muchachos, de vidrio, que hiela la sangre.
“Tal vez, el límite entre lo real y el sueño…” murmuro
y escucho la punta de zafiro
en los últimos surcos sin noche, y lo enciendo.
“No en esta vida, sino en otra”, exulta más que nunca
y hace brotar una luz insostenible
su mirada, orgullosa, que ostenta otros pensamientos
que el hombre del que lleva, y tal vez los desea, las caricias y el yugo".

de "En el magma"
Trad. Diego Bentivegna

Summer, 1977

Agua en la noche


Agua en la noche, serpiente indecisa, 
silbo menor y rumbo ignorado: 
¿Qué día nieve, qué día mar? Dime. 
¿Qué día nube, eco 
de ti y cauce seco? 
Dime. 
-No lo diré: entre tus labios me tienes, 
beso te doy, pero no claridades. 
Que compasiones nocturnas te basten 
y lo demás a las sombras 
déjaselo, porque yo he sido hecha 
para la sed de los labios que nunca preguntan.

Agua en la noche
De: Presagios, 1923

Greguería


En la noche acústica, se oye a lo lejos a los trenes que pasan diciendo "que-te-cojo, que-te-cojo", persiguiendo las distancias.

Ramón Gómez de la Serna
Greguerías

Foto: Henry M. Lester
Placido disc reflection, 1935

domingo, 10 de septiembre de 2017

Entenebrecido


Entenebrecido. Las maderas enterizas están de camino hacia mí, lo sé. Yace el mundo allí abajo en mí, el mundo. Pajizo, pronto arderé, el fuego del monte piensa ya detrás de mí. Sombreros de resplandor vienen danzando hacia aquí.

Paul Celan
Microlitos. Aforismos y textos en prosa
Edit. Trotta
Trad. Jose Luis Reina Palazón

Foto: Judith Steiner, 1981

sábado, 9 de septiembre de 2017

Meses y años


Los meses, serpenteando entre los días áridos, seguían su cauce y bajaban millas y más millas en pos de los años.

Dylan Thomas
El visitante
En Relatos completos.
Edit. DeBolsillo
Trad. Miguel Martinez-Lage

Fot. Joan Colom