Y Monelle dijo luego: Te hablaré de la destrucción:
He aquí la palabra: Destruye, destruye. Destruye en ti mismo, destruye a tu alrededor. Haz lugar para tu alma y para las otras almas.
Destruye todo bien y todo mal. Los escombros son similares.
Destruye las antiguas moradas de los hombres y las antiguas moradas de las almas; las cosas muertas son espejos que deforman.
Destruye pues toda creación proviene de la destrucción.
Para lograr la bondad superior hay que aniquilar la bondad inferior. Y así el nuevo bien parece saturado de mal.
Para imaginar un nuevo arte hay que destrozar el arte viejo. Y así el nuevo arte parece una especie de iconoclasia.
Y agregó Monelle: Te hablaré de la formación:
El mismo deseo de lo nuevo no es más que la apetencia del alma que desea formarse.
Y las almas desechan las formas antiguas, así como las serpientes sus viejas pieles.
Y los pacientes coleccionistas de viejas pieles de serpientes entristecen a las serpientes jóvenes porque tienen sobre ellas un poder mágico.
Pues aquél que posee las viejas pieles de serpiente impide la transformación de las serpientes jóvenes.
He aquí por qué las serpientes desnudan su cuerpo en el verde sendero de una espesura profunda; y una vez al año, las jóvenes se reúnen en círculo para quemar las viejas pieles.
No arrojes escombros detrás de ti; que cada uno se sirva de sus propias ruinas.
Para todo deseo nuevo, crea dioses nuevos.
Y siguió diciendo Monelle: Te hablaré de los dioses:
Deja que mueran los antiguos dioses; no te quedes sentado, junto a sus tumbas, semejante a una plañidera.
Pues los antiguos dioses escapan de sus sepulcros; y no protejas a los dioses jóvenes rodeándolos de ligaduras.
Que todo dios vuele, tan pronto como se lo haya creado; que toda creación perezca, tan pronto como se la haya concebido.
Que el antiguo dios ofrezca su creación al joven dios, a fin de que éste la reduzca a polvo.
Que todo dios sea dios del momento.
Y Monelle agregó: Te hablaré de los momentos:
Contempla todas las cosas bajo el aspecto del momento.
Deja ir tu yo al capricho momentáneo.
Piensa en el momento. Todo pensamiento que dura es contradicción.
Ama el momento. Todo amor que dura es odio.
Sé sincero con el momento. Toda sinceridad que dura es mentira.
Sé justo con el momento. Toda justicia que dura es injusticia.
Actúa en función del momento. Toda acción que dura es un reino difunto.
Siente la felicidad del momento. Toda felicidad que dura es desgracia.
Ten respeto por todos los momentos y no establezcas relaciones entre las cosas.
No prolongues el momento; podrías fatigar la agonía.
Mira: todo momento es una cuna y un ataúd: que toda vida y toda muerte te parezcan extrañas y nuevas.
Y Monelle volvió a decir: Te hablaré de la vida y de la muerte:
Los momentos son como bastones mitad blancos y mitad negros.
No ordenes tu vida por medio de dibujos hechos con las mitades blancas.
Pues encontrarás en seguida los dibujos hechos con las mitades negras.
Que cada negrura esté atravesada por la espera de la blancura venidera.
No digas: ahora vivo y mañana moriré. No dividas la realidad entre la vida y la muerte. Di. Ahora vivo y muero.
Agota en cada momento la totalidad positiva y negativa de las cosas.
La rosa de otoño dura una estación; cada mañana se abre; todas las noches se cierra.
Que toda inteligencia brille y se extinga en ti con la brevedad de un relámpago.
Mezcla la muerte con la vida y divídelas en momentos.
No esperes la muerte: está en ti. Sé su camarada y apriétala contra ti; ella es como tú mismo.
Muere de tu muerte; no envidies las muertes antiguas. Varía los géneros de muerte con los géneros de vida.
Considera toda cosa incierta como viviente y toda cosa segura como muerta.
Y dijo luego Monelle: Te hablaré de las cosas muertas:
Quema cuidadosamente a los muertos y expande sus cenizas a los cuatro vientos del cielo.
No juegues con los muertos ni acaricies su rostro.
No te rías ni llores sobre ellos; olvídalos.
No confíes en las cosas pasadas. No te ocupes de construir bellos ataúdes para los momentos pasados: piensa en matar los momentos que vendrán.
Desconfía de todos los cadáveres.
No abraces a los muertos; porque ellos ahogan a los vivos.
Ten hacia las cosas muertas el respeto que se debe a las piedras destinadas a construir.
No ensucies tus manos en los cauces gastados. Purifica tus dedos en las aguas nuevas.
Aspira tu propio soplo y no los hálitos muertos.
No lleves en ti el cementerio. Los muertos producen pestilencia.
Y Monelle siguió diciendo: Te hablaré de tus acciones:
Que toda copa de arcilla transmitida se pulverice en tus manos. Quiebra toda copa en la que hayas bebido.
No te legues nada a ti mismo: ni placer ni dolor.
No seas esclavo de ropaje alguno; ni del alma ni del cuerpo.
Nunca golpees con el mismo lado de la mano.
Huye de las ruinas y no llores entre ellas.
Cuando dejes tus ropas por la noche, despójate de tu alma diurna; desnúdate en todos los momentos. Toda satisfacción te parecerá mortal. Fustígate de antemano.
No confieses las cosas pasadas, pues están muertas; confiesa ante ti mismo las cosas futuras.
No bajes a recoger las flores que crecen a lo largo del camino.
Conténtate con toda apariencia. Pero abandona la apariencia y no te des vuelta.
No te vuelvas jamás: detrás de ti acuden jadeantes las llamas de Sodoma, y podrías convertirte en estatua de lágrimas petrificadas.
No mires detrás de ti. No mires demasiado delante de ti. Si miras en tu interior, que todo sea blanco.
No te asombres de nada por la comparación del recuerdo; asómbrate de todo por la novedad de la ignorancia.
Asómbrate de todas las cosas; pues todas las cosas son diferentes en la vida y semejantes en la muerte.
Construye en las diferencias; destruye en las similitudes.
No te dirijas a las permanencias; no están ni sobre la tierra ni en el cielo.
No temas contradecirte; no hay contradicción en el momento.
No ames tu dolor, puesto que no ha de durar.
Reflexiona acerca de tus uñas que crecen y de las pequeñas escamas que se desprenden de tu piel.
Sé olvidadizo de todas las cosas.
No hagas durar la dicha del recuerdo hasta el porvenir.
No recuerdes ni preveas.
No digas; Trabajo para adquirir, para olvidar. Sé olvidadizo de la adquisición y del trabajo.
Rebélate contra todo trabajo; contra toda actividad que trascienda el momento, rebélate.
Borrarás con el pie izquierdo la huella de tu pie derecho.
La mano derecha debe ignorar lo que acaba de hacer la mano derecha.
No te conozcas a ti mismo.
No te preocupes de tu libertad: olvídate de ti mismo.
Marcel Schwob
El libro de Monelle
Ed. Hiperión, 1995
Trad. Jesús Munárriz