jueves, 6 de octubre de 2016

Donde sea que esté, yo soy lo que falta


(...) Tampoco había considerado la posibilidad de que los poemas de Marin fueran muy buenos, demasiado buenos para ser traducidos por Katia, demasiado buenos para que yo jugara con ellos. Tal vez mi fascinación por lo que faltaba en los poemas de Marin, y por convertir eso en lo que pensaba que debía conservarse, era solamente una forma inconsciente de reconocer que a mi propia obra le faltaba algo, algo fundamental alrededor de lo que se cernían las palabras que había podido escribir, las cosas que había podido decir. Pero, ¿por qué iba a encumbrar yo aquello en lo que había fracasado? No, esta interpretación no tenía ningún sentido. Es decir, el hueco se había convertido para mí en un espejo, un espejo en el que no veía nada. Allí donde habían estado mis rasgos, vi un vacío -una apertura- infinito e imposible de analizar. Marin era mi doble. Su ausencia era mi ausencia. "Donde sea que esté, yo soy lo que falta". Este verso era el mensaje de los poemas de Marin, pero yo lo había escrito años antes de conocerlos.
Llamé a Katia y le dije que me gustaría ver los poemas, cuando en realidad quería ver el agujero. Cuando me trajo los poemas, que había arrancado del cuaderno con espiral, quedé impresionado con su fragilidad. Sostuve uno ante la ventana, a contraluz, y luego contra la pared blanca de mi salón. Seguí mirándolo, sosteniéndolo, y después lo sujete con firmeza. Me lo acerqué a los ojos y a través de él mire el mundo que había fuera. ¿Qué más podía hacer? Pasó un coche. Una ráfaga de viento sacudió unas cuantas hojas de los árboles. Unos cuervos cruzaron por delante de mí.

Mark Strand  Desde los anales de la traducción
En Sobre nada y otros escritos
Ed. Turner 2015
Trad. Juan Carlos Postigo Ríos

Collage Massimo Nota