lunes, 10 de abril de 2017

Dos gotas


DOS GOTAS

Los bosques ardían–
mas ellos
en sus cuellos enredaban los brazos
como ramos de rosas

la gente corría a los refugios–
él decía que su esposa tenía cabellos
en los que uno podía esconderse

cubiertos con una sola manta
musitaban impúdicas palabras
la letanía de los amantes

Si la cosa se ponía fea
saltaban en los ojos del otro
y los cerraban con fuerza

con tanta fuerza que no sintieron el fuego
que alcanzaba sus pestañas

hasta el final fueron audaces
hasta el final fueron fieles
hasta el final fueron parecidos
como dos gotas
detenidas al borde de la cara

Poesía completa
Lumen

La herida en la lengua


En una de las que serían sus últimas noches de libertad, Friedrich Nietzsche sale de su alojamiento en el número 20 de la calle Milano. Es enero en Turín, y hace frío. Aprieta el nudo de la bufanda en torno al cuello de su abrigo. Va a cruzar la calle cuando, ante él, un caballo se desploma. El cochero, impaciente, lacera a latigazos el lomo del animal, que no puede tirar de la carga. El filósofo corre hacia él, se abraza a su cuello y, llorando, le pide perdón en nombre de la humanidad.

La historia considera este episodio como uno de los síntomas de su locura.

Chantal Maillard    La herida en la lengua
Ed. Tusquets.

Fot. Marlo Broekmans
Train of thought, 1980