sábado, 10 de marzo de 2018

El enigma


A veces, como sucede con un cohete teledirigido, la obra de arte se dirige justamente a ese objetivo en tu interior que alberga un enigma semejante al expresado por la propia obra. Sabes de qué va ese enigma, platónicamente existe la posibilidad de que alguna vez encuentres la fórmula para expresarlo, pero tendrás que seguir buscándola y, mientras no la hayas encontrado aún, no se te ocurra desvelar el enigma ni menos aún ofenderlo mediante la invención de una fórmula zafia. Observar, escuchar, leer, eso siempre funciona.

Cees Nooteboom
El enigma de la luz
Ed. Siruela, 2007
Trad. Isabel-Clara Lorda Vidal

Fotografía del álbum privado de Virginia Woolf

Noche de la buena soledad


Noche de la buena soledad
Escucha, es el pájaro más lejano del mundo el que canta,
La noche fluye unificada, expandida.
Los geranios,
Y la rama más alborotada de la estación, oyen la luna.

La escalera delante del edificio,
La puerta sosteniendo con la mano una linterna
Y en el fresco derroche de la brisa,
Escucha: el sendero llama a tus pasos desde lejos.
Tus ojos apenas son el ornato de las tinieblas.

Sacude pues los párpados, ponte los zapatos y ven.
Ven al lugar donde el plumón de la luna despierta tus dedos,
Donde el tiempo se sentará sobre la tierra dura, junto a ti,
Y absorberá los salmos nocturnos de tu cuerpo como fragmentos de un canto.

Allí hay un místico que te dirá:
Lo mejor es alcanzar una mirada impregnada todavía del súbito
Acontecer del amor.

Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2010.
Traducción: Clara Janés