viernes, 9 de junio de 2017

Oídme



Oídme. Hablo
de cosas muy concretas.

Hace tiempo me atrajo la eufonía
confortante de las palabras su
cadencia y el brillo
impertinente del espíritu -¿espíritu?-
en la cuerda floja de la nada. 
Fui de aquéllos.
Fortalecí el ansia de saber porque el yo
se refuerza sabiendo y 
quería ser más.
Pero al fin sigue siendo nada
el yo bajo el decir.

Os hablo de cosas muy concretas.
Quien habla es lo de menos.

Chantal Maillard
"La herida en la lengua"
Ed. Tusquets

Fot. Anónima
Polaire reading in bed

Habla más suave


Habla más suave: eres mayor que aquel
que fuiste tanto tiempo; eres mayor
que tú mismo y sigues sin saber
qué es la ausencia, el oro, la poesía.

El agua sucia anegó la calle; una tormenta breve
sacudió esta ciudad plana, adormecida.
Cada tormenta es un adiós, cientos de fotógrafos
parecen sobrevolarnos, inmortalizar con flash
segundos de miedo y pánico.

Sabes qué es el duelo, la desesperación
violenta que ahoga el ritmo cardiaco y el futuro.
Entre extraños llorabas, en un moderno almacén
donde el dinero, ágil, sin cesar, circulaba.

Has visto Venecia, y Siena, y en los lienzos, en la calle,
jovencísimas, tristes Madonnas que ansiaban ser
muchachas normales y bailar en carnaval.

Has visto incluso pequeñas urbes, nada bonitas,
gente vieja extenuada por el sufrimiento y el tiempo.
Ojos de santos morenos brillando en iconos
medievales, ojos ardientes de bestias salvajes.

Entre los dedos cogías guijarros de la playa La Galere,
y de pronto sentías por ellos una inmensa ternura,
por ellos y por el pino frágil, por todos los que allí
estuvieron contigo y por el mar,
que aunque potente, es tan solitario.

Una ternura inmensa, como si fuésemos huérfanos
de la misma casa, para siempre apartados los unos de los otros,
condenados a breves momentos de visitas
en las frías cárceles de la actualidad.

Habla más suave: ya no eres joven,
el éxtasis ha de pactar con semanas de ayuno,
has de elegir y abandonar, dar largas

y hablar extensamente con embajadores de secos países
y labios cuarteados, has de esperar,
escribir cartas, leer libros de quinientas páginas.
Habla más suave. No abandones la poesía.

Habla más suave
Versión de Elzbieta Bortkiewicz

Mesa para seis


Puse la mesa para seis...

No dejo de repetir el primer verso
y corregir la palabra:
-" Puse la mesa para seis"...
Te olvidaste de uno, el séptimo.

Estáis tristes los seis.
Ráfagas de lluvias cubren vuestros rostros.
Cómo pudiste, en esa mesa,
olvidar el séptimo, la séptima...

Están tristes tus huéspedes,
aburrida la garrafa de cristal. 
Desconsolados ellos, desconsolada tú,
y, la más desconsolada, la que olvidaste invitar.

Sin alegría, sin brillo, 
ah, no coméis, ni bebéis.
¿Cómo pudiste olvidar el número?
¿Cómo te confundiste en el calculo?

¿Cómo pudiste, cómo osaste no entender
que seis (dos hermanos, el tercero,
-tú mismo- con tu mujer, y los padres)
eran siete- puesto que yo existo.

Pusiste le mesa para seis,
pero no se reduce el mundo a seis.
Para ser un espantajo entre los vivos, 
prefiero ser un fantasma, con los tuyos,
(los míos...)
tímida como un ladrón.
¡sin rozar un alma siquiera!
Me siento en el lugar -la séptima-
delante del cubierto que no has puesto.

¡Por fin! ¡Volqué mi vaso!
Y todo lo que era preciso derramar, 
-la sal toda de mis ojos, toda la sangre de las heridas-
desde el mantel al parqué.

Y ningún féretro, ninguna separación.
La mesa exorcizada, la casa despierta.
Como la muerte a un banquete de boda,
yo, la vida, presente en esa cena.

Nadie: ni hermano, ni hijos, ni esposo,
ni amigos; y un reproche, pese a todo:
tú, que pusiste la mesa para seis almas,
ni siquiera me pusiste en un rincón.

6 de marzo de 1941
Otros poemas

Ed. Galaxia Gutemberg.
Trad. y selec. Monika Zgustova y Olvido García Valdés.

Adele Boke 1951