sábado, 1 de diciembre de 2018

Apenas unos días muy largos


Tuvimos apenas unos días, pero fueron muy largos.
La luz cambiaba sin cesar.
Unos días, repartidos a lo largo de varios años,
en el transcurso de una década.

Y cada encuentro estuvo cargado de una cierta exactitud,
como si hubiéramos viajado, por separado,
una gran distancia; como si hubiéramos tenido,
a través de esos años nómadas,
un destino, al fin y al cabo.

No un lugar, sino un cuerpo, una voz.

Unos días. Una intensidad
a la que no se le permitió nunca volverse
tolerancia o afecto adormecido.

Y así creí, durante años, que era una absoluta maravilla;
en mi cabeza volvía una y otra vez a esos días,
convencida de que eran el núcleo de mi vida amorosa.

Los días eran muy largos, como lo son ahora.
Y los intervalos, las separaciones, fervientes,
teñidas por una suerte de júbilo apasionado que parecía,
de alguna forma, prolongar aquellos días, inseparable de ellos.
Para que unas pocas horas abarcasen una vida entera.

Unas horas, un universo que ni se desplegaba ni se encogía,
al que, en cualquier momento, era posible acceder

para que mucho después del fin, pudiera volver a él sin problemas,
pudiera vivir casi por completo en la imaginación.

Louise Glück
Las siete edades
Ed. Pre-Textos, 2011
Trad. Mirta Rosenberg