jueves, 25 de octubre de 2018

Babilonia


Esa misma tarde a las siete estarás en una capital del otro lado de la Mancha y aceptarás toda una familia a causa de un yerno extraordinariamente hermoso, cuyos ojos te parecen del color mismo del cielo, de un cielo de La Habana que no sería azul sino tabaco. Gracias al regalo del hombre sin rostro esa castaña se transformará gradualmente en metal amarillo. Sea así doblemente elogiado aquel que operando sobre tu virginidad te hizo además el don de una valija de sueños. Viajas con tu paraíso y en cada uno de tus días hay horas de oasis de inmovilidad.

Ahora, he aquí el momento de detenerse. Has andado por las calles de carne. Para la niña que llega a ser mujer tú has hablado. Pero se ha hecho tarde, misteriosa. Eres la que pasa. Es necesario decir adiós. Mañana vuelves a partir hacia tus brumas de origen. En una ciudad, roja y gris, tendrás un cuarto sin color, de paredes de plata, con ventanas abiertas directamente hacia las nubes de las que eres hermana. Habrá que buscar en pleno cielo la sombra de tu rostro, el ademán de tus dedos.

Separadas las piernas, una ciudad se duerme, desnuda sobre el mar fosforescente.

René Crevel
Babilonia
Traducción de Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán

Fot. Berenice Abbott
Retrato de Crevel