viernes, 3 de mayo de 2019

Me matas, me das placer


Como tú, yo también he intentado luchar con todas mis fuerzas contra el olvido. Como tú, he olvidado. Como tú, he deseado tener una memoria inconsolable. Una memoria de sombras y piedras. He luchado por mi cuenta. Con todas mis fuerzas. Contra el horror de no entender ya la necesidad de acordarme. Como tú, he olvidado. ¿Por qué negar la necesidad evidente de la memoria? Escúchame. Todavía sé. Volveré a empezar. Doscientos mil muertos. Ochenta mil heridos en nueve segundos, son cifras oficiales. Volveré a empezar. Habrá diez mil grados sobre la tierra. Diez mil soles, dirán. El asfalto arderá y reinará un profundo caos. Una ciudad será destruida entonces y se convertirá en cenizas. Me encuentro contigo, me acuerdo de ti, ¿quién eres? Me matas, me das placer. ¿Cómo saber que esta ciudad estaba hecha para el amor? ¿Cómo saber que tu cuerpo estaba hecho para mí? Me gustas, qué acontecimiento, me gustas. Qué lentitud, de repente. Qué dulzura. No puedes saber. Me matas, me das placer. Me matas. Me das placer. Tengo tiempo, te lo ruego, devórame. ¿Por qué no tú, en esta ciudad, en esta noche? Tan parecida a las demás como para confundirla.

Marguerite Duras
Guion para Hiroshima, mon amour (1959)
Dir: Alain Resnais

Fot: fotograma de la película

Supervivencia


LETANÍA DE LA SUPERVIVENCIA

Para las que vivimos en la orilla
paradas sobre el borde constante de la decisión
cruciales y solas
para las que no nos podemos permitir
los sueños pasajeros de la elección
las que amamos en los umbrales yendo y viniendo
en las horas entre los amaneceres
mirando hacia dentro y hacia fuera
al mismo tiempo antes y después
buscando un ahora que pueda engendrar
futuros
como el pan en la boca de nuestros hijos
para que sus sueños no reflejen
la muerte de los nuestros;

Para las que
fuimos marcadas por el miedo
como una suave línea en el medio de nuestras frentes
aprendiendo a tener miedo con la leche de nuestra madre
porque con esta arma,
la ilusión de poder encontrar más seguridad,
los torpes esperaban silenciarnos
Para todas nosotras
este instante y este triunfo
No se suponía que íbamos a sobrevivir.

Y cuando el sol sale tenemos miedo
de que no permanezca ahí
cuando el sol se pone tenemos miedo
de que tal vez no salga en la mañana
cuando nuestros estómagos están llenos tenemos miedo
de la indigestión
cuando nuestros estómagos están vacíos tenemos miedo
de nunca volver a comer
cuando nos aman tenemos miedo
de que el amor desaparezca
cuando estamos solas tenemos miedo
de que nunca vuelva el amor
y cuando hablamos tenemos miedo
de que nuestras palabras no se escuchen
ni sean bienvenidas
pero cuando estamos calladas
todavía tenemos miedo

Así que es mejor hablar
recordando
No se suponía que íbamos a sobrevivir.

Audre Lorde
de "Quién dijo que era fácil"
Ed. Zindo & Gafuri, 2019
Trad: Gabriela Raya y María Eugenia Soler

Fot: Mark Nixon