viernes, 21 de octubre de 2016

El agrimensor


(...) En el antro oscuro y lleno de humo en el que dos hombres barbudos están metidos en una gran tina, donde una joven mujer de "cansados ojos azules", abandonada en un "alto sillón", tiene un bebé en el pecho, " inerte", y mira hacia lo alto, "hacia un lugar indefinido", como una Virgen de la melancolía, mientras que desde la única abertura en la pared del fondo una pálida luz de nieve da un "reflejo como de seda" a su vestido, en esta penumbra arcaica y tórpida donde la única ley reconocida podría ser la ley de la hospitalidad, escuchamos estas palabras brutales y firmes, que quizás no habían resonado jamás en una novela: "Entre nosotros no existe el hábito de la hospitalidad." Pero sobre todo: "No tenemos necesidad de huéspedes." Estas últimas palabras son las más duras que deberá oír K. Pero él pasa enseguida por encima de ellas: "Claro, ¿Para qué tendríais necesidad de huéspedes?." Frase que busca además establecer una complicidad, y que sirve a K. para introducir el asunto que más le interesa: hacer de sí mismo una excepción, un elegido. K. prosigue: "Pero, de vez en cuando, tendréis necesidad de alguien, por ejemplo de mí, del agrimensor." Así, K. se salta la ocasión de comprender. Una tiniebla todavía lo envuelve, lo protege, lo burla.

Roberto Calasso  K
Edit. Anagrama, 2005
Trad. Edgardo Dobry

Fot. Charles Corbet (1868-1936 Belgian)
Melancholia ca.1910