martes, 30 de enero de 2018

El cuerpo: un ensayo


[100] Antes de dejarse llevar por la empatía, el lector debe tener en cuenta que la noche no duró mucho; además, exigía que ella devolviera todo lo que había robado. 

n. A la mañana, las palomas arrullaban sus fuck-yous. Y ella se fue, con el bolso equivocado, por la escalera equivocada. 
El viento desviado sobre la escalera de emergencia sacudía el vestido. Porque él nunca lo dijo, ella y sus cositas: lápiz de labios y pétalos de rosa, cucharas de azúcar y sobres rosas, terminaron en los bolsillos equivocados. Y si nadie lo hace que todo se vaya a la mierda, durante la noche, sacar las señales de tránsito de todas las intersecciones importantes y volverlas a poner en el lugar equivocado. En la catedral, la fuente nunca fue tan lasciva, sin embargo, le gustaba ese meter dedos una y otra vez, y las velas eran tan promiscuas en su intercambio de llamas.

Jenny Boully
El cuerpo: un ensayo
Ed. Z&G 2017
Traducción: Patricio Grinberg

Fot. Jane Fonda by Bob Willoughby

lunes, 29 de enero de 2018

Leyendo



Advertencia


ADVERTENCIA 

Cuando estés recién muerto,
aún con la tibia tibia,
aún con las uñas cortas,
querrás hacer algo
-lo que podías hacer ahora-;

y ya habrán cerrado las tiendas y portales;
y ya será muy tarde para llegar a tiempo
a los que hoy te aman.

Profundidad


Tus lágrimas más profundas nunca llegan a la superficie.

Rigveda

Fot. Sonya Noskowiak

domingo, 28 de enero de 2018

¿Qué he de hacer?


¿Qué he de hacer 
si el hombre que he estado esperando 
viniese a mí ahora, 
si no quiero que las pisadas perturben 
la nieve de mi jardín?

Japón, S. X - XI

Fot. Juri (jiji)

Espejo


La memoria es el espejo donde vemos a los ausentes.

Joseph Joubert

Leyendo


Razón suficiente


SONETO XLI

Yo, puesto que nací mujer y me acongojan
todos los deseos y caprichos de mi género,
me siento alentada por tu cercanía a hallar
hermosa a tu persona y a sentir cierto placer
al soportar el peso de tu cuerpo sobre mí;
así de sutilmente está el vapor de la vida diseñado
para clarificar el pulso y enturbiarnos la mente
y dejarme otra vez más deshecha y poseída.
No pienses, aún así, por esta traicioncilla
de mi robusta sangre a mi cerebro atónito,
que te vaya recordar con amor o sazonar
mi desdén con piedad. Déjame que sea franca:
no creo que este frenesí sea razón suficiente
para que tengamos que hablar si vuelvo a verte.

Versión de Andrés Catalán

sábado, 27 de enero de 2018

Raros


Al final de la "Ethica", Spinoza sueña con una comunidad de raros, de difíciles, de secretos, de ateos, de despiertos, de luminosos, de luminiscentes, de Aufklärer. Fundar un club antidemocrático cerrado a los sacerdotes, los magistrados, los filósofos, los políticos, los editorialistas, los profesores, los galeristas. Quizás hace falta retornar a una difusión más solitaria y clandestina de la obra de arte. Horror pleni, error pleni. Haría falta afinar un medio para mostrar las obras como antaño la música sabia, apartada de la Corte. Como antaño Sainte Colombe. Como antaño Johann Jakob Froberger y las suites francesas. Como antaño Esprit, La Rochefoucauld, madame de Sablé, los retratos, las máximas, los fragmentos, las novelas: apartados de Versailles y apartados del derecho. Reservar un bolsillo para la rareza cuando se ha vuelto extrema, una cavidad en el corazón de la soledad, una grieta de la no reproductivad.

Pascal Quignard
Sobre la idea de una comunidad de solitarios
Ed. Pre-Textos, 2018
Trad. Adalber Salas

viernes, 26 de enero de 2018

El cinturón de Hipólita


EL CINTURÓN DE HIPÓLITA

Una vez, siendo niña, descubrí a la mujer
que me enseñó a montar en bicicleta
tiñéndose las canas: se había puesto, porque la resistencia mancha,
una camisa azul de su marido
muerto.

El cinturón de Hipólita es aquella camisa.

Mi primera maestra, Doña Cati,
enseñó a leer a tres generaciones de españoles
a través de sus gafas, ya estando jubilada: Mi-pa-pá
es-el-más-gua-po-del-mun-do-y-mi-ma-má-la-más-fuer-te
del-pla-ne-ta-tie-rra.

El cinturón de Hipólita es aquel par de gafas.

El día de su boda con el poeta Manuel Altolaguirre,
la poeta Concha Méndez caminó
flotando, con su traje de menta, hacia el altar
de los Jerónimos: su ramo de novia era un manojo
fresco de perejil.

El cinturón de Hipólita es aquel ramo verde.

Y el modo en que mi madre, a los cincuenta, le cambiaba las pilas
a su audífono para asistir a clases
en la universidad (las manos son las mismas que, con catorce
años, dejaran los compases y dictados
para ponerse a amasar pan).

El cinturón de Hipólita nunca lo robó Hércules.

Hércules robó el oro,
pero no la riqueza. ¿Cómo expoliar aquello que se mama,
capital invisible, indivisible, cual río
sangre abajo? Robó Heracles
el oro. Nos dejó

la nobleza.


jueves, 25 de enero de 2018

Hogar


¿Y qué hogar es, si no es de este mundo?, que lo que cantábamos y tocábamos era sólo un recuerdo, una reminiscencia, la conservación de la imagen de algo que ya no existe, y sentí como la tierra firme de este hogar se hundía bajo mis pies, cómo caía, cómo sostenía el clarinete junto a la boca y me hundía en la profundidad de los años, en la profundidad de los siglos, en una profundidad inconmensurable (donde el amor es amor y el odio, odio) y me dije con sorpresa que mi único hogar es precisamente este hundimiento, esta inquisitiva y anhelante caída y seguí entregado a ella, experimentando un dulce vértigo.

Milan Kundera
La Broma
Ed. Tusquets, 2012
Trad. Fernando de Valenzuela

Noche


En el fondo del hombre hay una noche irresistible. Cada anochecer, los hombres y las mujeres se quedan dormidos. Se hunden en esa noche como si las tinieblas fuesen un recuerdo.
Son un recuerdo.
A veces, los hombres creen que se acercan a las mujeres; miran la expresión de sus rostros; tienden los brazos hacia sus hombros; vuelven a sus cuerpos cada anochecer y se acuestan contra sus costados, pero no por eso duermen; no son más que los juguetes de la noche, atados por la escena invisible que los ha engendrado y que arroja su sombra por todas partes y sobre todas las cosas.

Pascal Quignard
Terraza en Roma
Ed. Espasa, 2008

Fot Marion Cotillard para Vogue, París 2010

miércoles, 24 de enero de 2018

Una comunidad de solitarios


Se lee solo, de soledad en soledad, con un otro que no está ahí.

Ese otro que no está ahí no responde y, sin embargo, responde.

No toma la palabra y, sin embargo, una particular voz silenciosa, tan singular, se eleva de entre las líneas que cubren las páginas de los libros, sin sonar.

Todos aquellos que leen están solos en el mundo con su único ejemplar. Forman la comunidad misteriosa de los lectores.

Es una compañía de solitarios, como se dice de los jabalíes bajo la sombra tupida de los árboles.

Pascal Quignard
Sobre la idea de una comunidad de solitarios
Ed. Pre-Textos, 2018
Trad. Adalber Salas

No se detienen


En Cloe, gran ciudad, las personas que pasan por las calles no se conocen. Al verse imaginan mil cosas una de la otra, los encuentros que podrían ocurrir entre ellas, las conversaciones, las sorpresas, las caricias, los mordiscos. Pero nadie saluda a nadie, las miradas se cruzan un segundo y después huyen, buscan otras miradas, no se detienen.

Ed. Siruela, 2013
Trad. Aurora Bernárdez

Fot. Tina Berning

El viajero


No es verdad. El viaje no acaba nunca. Sólo los viajeros acaban. E incluso éstos pueden prolongarse en memoria, en recuerdo, en relatos. Cuando el viajero se sentó en la arena de la playa y dijo: ”No hay nada más que ver”, sabía que no era así. El fin de un viaje es sólo el inicio de otro. Hay que ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en primavera lo que se había visto en verano, ver de día lo que se vio de noche, con el sol lo que antes se vio bajo la lluvia, ver la siembra verdeante, el fruto maduro, la piedra que ha cambiado de lugar, la sombra que aquí no estaba. Hay que volver a los pasos ya dados, para repetirlos y para trazar caminos nuevos a su lado. Hay que comenzar de nuevo el viaje. Siempre. El viajero vuelve al camino.

José Saramago
Viaje a Portugal
Ed. Alfaguara, 2008
Trad. Basilio Losada

Fot. Miklos Tolnai
The End of Winter

Leyendo

Haciendo como que lee

Simonetta Gianfelici
“Caffè della Pace” Roma 1997

martes, 23 de enero de 2018

Tengo


Tengo

Tengo en mis ovarios
semillas,
poemas sin empezar,
llantos y risas congelados.

Quisiera poder visitar
esos enormes almacenes,
diminutos,
conocer los hijos
que nunca tendré;
pedirles perdón
a través de la sangre.


"El ojo de la mujer
Ed. Visor, 2000

Joe, 1979

De paso en el Athos


De paso en el Athos

I

una palabra busca mi corazón yo a su alrededor
busco cómo se adhiere a su presente
algo de esto que aquí flota
devastación ruina por todas partes y mientras
su hermosa imagen es mordida por el tiempo
san Juan moja su pluma en la luz
con gesto constante pero el chorro luminoso enfoca
no se sabe qué parte del cuerpo ahí
unas moscas van a libar su polvo luego
vuelan hacia el fondo de la bóveda donde Dios
se ha ennegrecido tanto que está en negativo
el águila y Juan el mismo halo y más que un ala
en el león de Marcos el ojo un laguito de lágrimas
Lucas con el rostro comido por el moho
se ha vuelto un negro de barba blanca
nada de Mateo solo un agujero en el enlucido
y unos huesos de ladrillo rosa un abejorro
lleva mi mirada hacia arriba la cúpula
en el primer círculo restos de un hombro
en el segundo ocho ángeles seis alas cada uno
dos hacia abajo dos a lo alto dos abiertas
el conjunto de una sensualidad extrema
dos veces aparece cada ángel dotado
de la zona tan hendida que los humanos
tienen una sola vez y el amor habrá de hacerse
en un abrazo de lo alto y lo bajo
circular y sin fin una rueda siempre
en movimiento el mismo abejorro baja
hacia la rociada de excremento fresco mi ojo
inflamado en cambio no osa servirse de él
pero tal vez confundo excremento y hiel
y heme aquí en medio de este día
la mirada de pronto quebrada por el sol
el vacío y el miedo a la escalera podrida
los ojos tantean el aire hacia su izquierda y surge
la brusca sorpresa
el Blanco el Blanco el Blanco
impulsa al fondo del cielo su erección de tiza
y por encima de vida muerte y realidad
planta un formidable NO a sus razones

"El resto del viaje y otros poemas"
Edición bilingüe de Miguel Casado y Olvido García Flores.
Abada editores

Ensoñaciones


¿Qué pasaría con los grandes sueños de la noche si no estuviesen sostenidos, nutridos, poetizados por las bellas ensoñaciones de los días felices?

Gastón Bachelard
La poética de la ensoñación
Ed. FCE, 2012

domingo, 21 de enero de 2018

La tierra está pisada


LA TIERRA ESTÁ PISADA

Ya no quedan espacios para el descubrimiento
más que en la piel del otro,
en la transformación de lo existente
toca a tientas el borde,
no sabe si entra o sale
pero sabe que el golpe
precede a la respuesta.

Tantea el mundo con las manos vacías
donándote su cuerpo,
cediéndote el dibujo de sus huellas
mientras buscas tu propia identidad.

Cuando el futuro mueva las fronteras
desaparecerán los vencedores
y sólo serán tuyas las veces que te amaron
con los brazos en alto.

Las veces que tú ames
siendo parte y olvido
de todas las conquistas ya perdidas
construirán en tu piel
la posibilidad de un nuevo exilio
hacia cualquier lugar que te merezca,
allí donde también
tuvieron nombre y rostro los vencidos


Domingo


Domingo


sábado, 20 de enero de 2018

Leer, rezar


Al salir de un gran libro conoces siempre ese leve malestar, ese momento de incomodidad. Como si se pudiera leer en ti. Como si el libro amado te concediera un rostro límpido, indecente: uno no va por la calle con un rostro tan desnudo, con el rostro descarnado de la dicha. Hay que esperar un poco. Hay que esperar a que el polvo de las palabras se esparza durante el día. De tus lecturas no retienes nada, apenas una frase. Eres como un niño al que al mostrarle un castillo, sólo viera un detalle, unas hierbas entre dos piedras, como si el castillo tuviera su verdadero poder en el temblor de unos hierbajos. Los libros queridos se mezclan con el pan que comes. Corren la misma suerte que los rostros apenas vislumbrados, que los limpios días de otoño y que cualquier belleza en la vida: ignoran la puerta de la consciencia, se deslizan a través de ti por la ventana del ensueño y se cuelan hasta una habitación a la que nunca vas, las más profunda, la más retirada. Horas y horas de lectura para esa ligera tintura del alma, para esa ínfima variación de lo invisible en ti, en tu voz, en tus ojos, en tu manera de ir y hacer. Para qué sirve leer. Para nada o casi. Es como amar, como jugar. Es como rezar. Los libros son rosarios de tinta negra, cada cuenta rodando entre los dedos, palabra tras palabra. Y qué es exactamente rezar. Guardar silencio. Es alejarse de sí mismo en el silencio. Tal vez es imposible. Tal vez no sepamos rezar como se debe: siempre demasiado ruido en nuestros labios, siempre demasiadas cosas en nuestros corazones. En las iglesias nadie reza salvo las velas. Ellas pierden toda su sangre. Consumen toda su mecha. No se reservan nada para ellas, dan todo lo que son, y ese don pasa a ser luz. La imagen más bella de la oración, la imagen más clara de la lectura, sí, sería esa: el lento desgaste de una vela en una fría iglesia.

Christian Bobin
Un simple vestido de fiesta
Ed. Árdora, 2011

Fot. Len Howard, 1950

Sábado lluvioso



Sábado lluvioso en el Hayedal

The Tarnished Angels (1958)

viernes, 19 de enero de 2018

Todo lo que tengo lo llevo conmigo


Tan pronto como dejé atrás la época de pielyhuesos y el cambio de salvación… , en cuanto tuve ante mí unas balétki, dinero en metálico, comida, nueva carne bajo la piel y ropas nuevas dentro de la maleta nueva, llegó una inimaginable puesta en libertad. De esos cinco años en el campo puedo decir hoy cinco cosas:

1 palada = 1 gramo de pan.

El punto cero es lo indecible.

El trueque de salvación es un huésped del otro lado.

El nosotros del campo es un singular.

La envergadura tiende a lo absoluto.

Pero estas cinco cosas se resumen en una:

Entre ellas y no ante testigos, son profundas como el silencio.


Herta Müller
Todo lo que tengo lo llevo conmigo
Ed. Siruela 2010
Trad. Rosa Pilar Blanco

Fot. Robert Frank, 1950

jueves, 18 de enero de 2018

El silencio de las sirenas


Existen métodos insuficientes, casi pueriles, que también pueden servir para la salvación. 

He aquí la prueba: 

Para guardarse del canto de las sirenas, Ulises tapó sus oídos con cera y se hizo encadenar al mástil de la nave. Aunque todo el mundo sabía que este recurso era ineficaz, muchos navegantes podían haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran atraídos por las sirenas ya desde lejos. El canto de las sirenas lo traspasaba todo, la pasión de los seducidos habría hecho saltar prisiones mas fuertes que mástiles y cadenas. Ulises no pensó en eso, si bien quizá alguna vez, algo había llegado a sus oídos. Se confió por completo en aquel puñado de cera y en el manojo de cadenas. Contento con sus pequeñas estratagemas, navegó en pos de las sirenas con inocente alegría. 

Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas.

En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque creyeron que a aquel enemigo sólo podía herirlo el silencio, tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quien sólo pensaba en ceras y cadenas les hizo olvidar toda canción.

Ulises, (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que sólo él se hallaba a salvo. Fugazmente, vió primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos. Creía que todo era parte de la melodía que fluía sorda en torno de él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; las sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya no supo más acerca de ellas. 

Y ellas, más hermosas que nunca, se estiraban, se contoneaban. Desplegaban sus húmedas cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan sólo querían atrapar por un momento más el fulgor de los grandes ojos de Ulises. 

Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían desaparecido aquel día. Pero ellas permanecieron y Ulises escapó. 

La tradición añade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por más que esto sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan sólo representó tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo.

Franz Kafka
El silencio de las sirenas
Ed. Debolsillo, 2012
Trad. Juan José del Solar

La hierba amarilla


Con qué cuidado marcas tus pisadas.
Quizá temes hundir tu pie
entre la hierba amarilla
de la memoria.

Perímetro de la tarde
Ediciones Rialp, 2007

Ritratto di Oda, Cefalú, Sicilia, 1988

miércoles, 17 de enero de 2018

Sylvia Beach


[...]También estaba Sylvia Beach.
Esta joven estadounidense lucía un rostro original, de lo más atractivo. Hablaba francés con soltura, con un acento más inglés que americano; a decir verdad, no se trataba tanto de un acento como de una forma enérgica e incisiva de decir las palabras; al escucharla no pensabas en un país, pensabas en una raza. En la conversación no vacilaba ni se detenía, nunca le faltaban las palabras, aunque llegado el caso se las inventaba a sabiendas; procedía bien por adaptación del inglés, bien por extensión de vocablos franceses, y todo ello con una exquisita sensibilidad de nuestro idioma. Sus hallazgos solían ser tan felices, tan divertidos, que no tardaban en pasar al uso -nuestro uso- como si siempre hubieran existido; no podíamos evitar repetirlos, e intentábamos imitarlos. En definitiva, esta joven americana tenía mucho humor; mejor dicho: era el humor en persona.

Adrienne Monnier
Rue de l'Odéon
Gallo Nero
Trad. Julia Osuna

Fot. anónima de James Joyce en la entrada de la Shakespeare and Company, con su propietaria Sylvia Beach. París 1920's

martes, 16 de enero de 2018

Tantas ciudades a las cuales debimos haber ido


Es de ciudades cultas nuestro sueño, 
con música y cafés hospitalarios, 
la majestad de un puerto y estaciones 
de hierro y de cristal 
con los trenes bruñidos por la noche 
y por la lluvia, por la misma lluvia 
que nos arrulla en un pequeño hotel 
o desde las ventanas de un museo. 
Hay lugares tranquilos al amparo 
de grandes árboles, gente educada, 
callada, bien vestida, librerías 
donde los ojos vagan mientras cae la tarde. 

Tantas ciudades a las cuales 
debimos haber ido, amada mía. 
La luna sale tras aquellos puentes 
de hierro de los años 
en los que fue cambiando nuestra ley. 
Desde entonces el tiempo es una lluvia 
que nos inunda como a los tejados. 
Pero en la luz del patio están los templos 
de mármol blanco y travertino de oro. 
Y por las calles de pequeños pueblos 
encontramos estucos color tierra, 
fastuosos, esgrafiados por el viento. 
La casa del balcón posee aún 
luz de conversaciones y refugio, 
y cuando de los dos quede uno solo, 
tendrá por compañía los recuerdos, 
la hiedra y el ciprés hasta encontrarnos 
en las ciudades de este sueño.

Tantas ciudades a las cuales debimos haber ido


Creencias de jardín


CREENCIAS DE JARDÍN

La última línea de sol
desciende de hoja en hoja. La luz desfallece
hacia el extremo de una escala tardía. 
Ambos sufren en el jardín de la retórica de ese
drama mecánico.Ella dice: 
mira, eso es el tiempo encarnado
que alimenta su medida; él asiente,
verifica con un anhelo estremecido
el naufragio del día y de los cuerpos. 
Entonces callan bajo una especie de sacrificio.
Convierten esta hora delgada y ambigua
en la herida de una religión aterradora.
Y aunque el viento es suave y las flores repiten
un probable manifiesto de resurrección
ellos esperan la oscuridad nocturna para mentirse
sobre la mutación de las cosas y su sentido. 

de “Violín Obligado

lunes, 15 de enero de 2018

Tu secreto


…que tu nombre
la herida o el fruto de tu nombre
nos dé lo que nos falta”
ACP

“Tu secreto”

exactamente ahora
he abierto la puerta
y gritado tu nombre varias veces

pero tampoco hoy nadie
ha respondido a mi llamada

traía tantas cosas que contarte
que me he sentado solo
en el sofá de mimbre de la abuela
ahí frente al chinero
que guarda todavía
la porcelana del día de tu boda
y me he puesto a decírselas
a tu lugar vacío

aunque hablara con lengua equivocada
tú asentías con la benevolencia
y el placer del que ignora
las palabras ajenas que no entiende

pero tú eras la sabiduría
y tu secreto
una efímera calma
sobre el mantel de hilo

me ofrecías café y yo seguía
conversando en silencio con tus ojos
buscaba una respuesta que tardaba en llegar

procura ser feliz con lo que hagas

ya ves la voz elige siempre
el golpe justo
su propio asentamiento

en la carencia
en la desposesión


De: “La semilla en la nieve” – 2004
Recogido en “La vida de otro modo” 
Poesía 1998 – 2008
Ed. Calambur Editorial


Última noticia


Última noticia

Ésta es tu última noticia, cuerpo:
una radiografía de tus pulmones, brumas
inquietantes, manchas de musgo sobre la nieve sucia.
La tierra espera que algún día
todos los órganos, como los perros, la husmeen
buscando la yerba benéfica. Tus pulmones,
entre hojas sedosas,
lucirán sanos y tersos como recién nacidos
y concertarán con un joven buey
el ritmo amplio de su respiración. Al fondo
habrá un cielo luminoso y ninguna sombra,
sobre todo ninguna sombra aciaga.

Poesía completa
Ed. Pre-Textos, 2008

Ante ti, abierto


Ante ti, abierto, el libro. Las miradas, buceadoras, acompañadas de pensamientos, en la gran profundidad, nadando alrededor, mustio retorno. Luz de lámpara, deshojándose, la mano, tanteando en la ceniza. La hora sin nombre. La mesa dispuesta para la partida, el ojo, estúpido, algo que fue una vez vivo entre lo que no tiene vida.

Paul Celan
Microlitos. Aforismos y textos en prosa
Edit. Trotta, 2015
Edición de Barbara Wiedemann y Bertrand Badiou.
Traducción de José Luis Reina Palazón

Fot. František Drtikol

domingo, 14 de enero de 2018

Rostros del amor


Contemplé tanto la belleza, que mi visión le pertenece. Líneas del cuerpo. Labios rojos. Sensuales miembros. Cabellos como copiados de las estatuas griegas; hermosos siempre, incluso despeinados, y caídos apenas, sobre las blancas sienes. Rostros del amor, tal como los deseaba mi poesía… en mis noches juveniles, en mis noches ocultas, encontradas… 

Constantino Cavafis
“Contemplé tanto” 

Fot. Studio Manasse 1936

sábado, 13 de enero de 2018

jueves, 11 de enero de 2018

Dos tareas


Dos tareas para el comienzo de la vida: reducir cada vez más tu círculo y examinar una y otra vez si no te estás escondiendo en algún lugar fuera del círculo.

Franz Kafka
Meditaciones
Ed. Edimat, 1999

miércoles, 10 de enero de 2018

Qué hago aquí


¿Qué hago aquí, separado de mí mismo,
de las uñas y el pelo que me crecen
sin que sepa porqué ni cómo y cuándo
dejará de latirme el corazón,
osando el mundo con estas dos manos
de inexplicable mecanismo, viendo
flotar las nubes con mis ojos, ciegos
a lo que corre y hierve por mis venas?

de “El Lobo se niega a ir a un concierto


martes, 9 de enero de 2018

Desvanecimiento


Si tu mirada fuera más sutil, verías cómo se mueven todas las cosas: igual que se abarquilla el papel que arde, así se desvanece todo perpetuamente al encogerse.

Friedrich Nietzsche

lunes, 8 de enero de 2018

Cómo se mece el tiempo


Cómo se mece el tiempo
enredado en tu pelo del color de la plata 
dos veces
corona forestal
en el ramaje denso de tus labios corales
en tu jardín salvaje de animales simbólicos

Amanece y la luz es cierta
precipitada en este mismo instante

Sobre tus párpados
nace de nuevo el mundo


Navidad en Las Palmas de Anaga

Leaving and Forgetting, 2008

domingo, 7 de enero de 2018

Leyendo


Un matin d'hiver au café du Dôme,1928

Intimidad


Jamás había conocido a una mujer que desease tanto ser deseada, ni a una mujer que lo temiese tanto. Jamás había conocido a nadie que llegase y se marchase tantas veces, no solo a lo largo del día, sino durante una hora. Yo prefería que ella no saliera, y no tardé en reprocharle que tuviese una vida al margen de mí, lo cual me parecía una infidelidad. Esto es lo que metía en el bolso cada vez que salía: horquillas, pasadores y peines; cajitas de madera que contenían joyas indias baratas y hachís; protector labial, crema para los pezones; cintas con el sonido del mar o tal vez de delfines, pájaros o ballenas; manzanilla; una jirafa de peluche; postales y fotografías de gatos; ropa interior y otros accesorios del extraño equipaje imprescindible para las chicas que no paran quietas, además de cierta cantidad de ropa mía, entre otras cosas camisas, calcetines y mis mocasines. Entonces, caminando sobre sus largas piernas, acompañada por un puñado de buenas intenciones y con la cabeza llena de caprichos se dirigía hacia la puerta como si la persiguieran. A mí me inquietaba pensar qué era lo que encontraba tan excitante fuera…, hasta que empecé a preguntarme qué encontraba especialmente excitante dentro. Me percaté de que cuanto más me amaba, más necesidad tenía de recordarse a sí misma que estaba sola. Comprender esto casi me destrozó, mientras, desde la ventana, contemplaba cómo se marchaba y la despedía moviendo la mano. Pero finalmente lo entendí.

Hanif Kureishi
Intimidad
Ed. Anagrama, 2006
Trad. Mauricio Bach

Fot. Julia Hetta
Cate Blanchett

sábado, 6 de enero de 2018

Oda al amor


Una tarde que ya nunca olvidarás
llega a tu casa y se sienta a la mesa.
Poco a poco tendrá un lugar en cada habitación,
en las paredes y los muebles estarán sus huellas,
destenderá tu cama y ahuecará la almohada.
Los libros de la biblioteca, precioso tejido de años,
se acomodarán a su gusto y semejanza,
cambiarán de lugar las fotos
Otros ojos mirarán tus costumbres,
tu ir y venir entre paredes y abrazos
y serán distintos los ruidos cotidianos y los olores.
Cualquier tarde que ya nunca olvidarás
el que desbarató tu casa y habitó tus cosas
saldrá por la puerta sin decir adiós.
Deberás comenzar a hacer de nuevo la casa,
reacomodar los muebles, limpiar las paredes,
cambiar las cerraduras, romper los retratos,
barrerlo todo y seguir viviendo.

Oda al amor

jueves, 4 de enero de 2018

La piel del brazo


La piel del brazo
el roce
Abrázame le digo dice
ella
pero no hay otro
movimiento
que el de la caída
y me pregunto cómo
si ella más abajo o si yo 
más arriba
o su brazo y no hay tiempo 
salvo para caer
el edificio a un lado 
porque de espaldas no
de espaldas es el suelo
y el suelo es el miedo

Abrázame le dice
pero es
tan larga la caída.


Tusquets Editores, 2015

Esto nunca sucedió

miércoles, 3 de enero de 2018

Un silencio excesivo


Que algo pueda volverse antipático por un silencio excesivo, tal como lo describe largamente un fragmento de Erasmo, es efectivamente uno de los rasgos que caracterizan el cielo. Es también uno de los rasgos de la rosa blanca, y del árbol de boj, y de la mayor parte de las begonias, de la mesa, de la silla, de la cama y de la apariencia de los libros cuando su belleza es extrema.

Pascal Quignard
Tratado XXV. Un montoncito de sal reservado para los bueyes muertos.
Pequeños tratados II
Ed. Sexto Piso.
Trad. Miguel Morey

Has borrado todas las palabras


Has borrado todas las palabras 
para que la página vuelva a ser perfecta blancura.
Puedes dar paso a la alondra 
cuyo vuelo acorta el tiempo.
Al capricho de tus sueños vas 
por la orilla del río 
a punto de salir a ningún estuario.

¿Desde ahora qué mundo murmura en ti, 
del que tú eres el incendiario?

De "Quince poetas franceses contemporáneos"
Ed. Libros del Aire, 2014.
Edición bilingüe. Trad. Jeanne Marie


Soy lo que niegas


Constante y atravesable,
adelantándome al presagio,
soy lo que niegas.
El más alto de los engaños
que la flor celebra.