sábado, 3 de febrero de 2018

Ya habían tenido lugar


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En este pueblo cercano a las ruinas de Berenice, a la hora de despedirme de la amable y bondadosa gente del lugar, me ha ocurrido algo muy parecido a lo que cuenta Stevenson que le pasó con los habitantes de una de las islas Gilbert, donde desembarcó procedente de Honolulú y camino de la rada de Apia, en Samoa.
Yo he pasado aquí en Berenice varios días conviviendo con los pescadores y narrándoles, con una considerable variedad de voces, los avatares más importantes de mi vida o, lo que viene a ser lo mismo, las historias que he oído contar a otros y que, a lo largo del viaje, me he ido apropiando. A la hora de la despedida, tras haber intercambiado abrazos con toda esa gente tan entrañable, me he visto obligado, por falta de viento, a esperar unas horas en el pequeño puerto. Durante todo ese tiempo, los isleños han permanecido escondidos detrás de los árboles y sin dar señales de vida, "porque los adioses ya habían tenido lugar".

Enrique Vila-Matas
Mac y su contratiempo
Ed. Seix Barral, 2017

Fot. Félix Bonfils
The Dead Sea, Palestine, 1894

La gata


Como en un juego apagó la lámpara del techo para que sintiera deseos de besarla. La única lámpara encendida, encima de una mesa, proyectó detrás de la joven una sombra neta y alargada. Camille, con los brazos en alto, dispuestos en arco detrás de la nuca, le llamaba con la mirada; mas él sólo tenía ojos para la sombra.
«¡Qué hermosa está en la pared! Lo bastante esbelta, justo como me gustaría…»
Se sentó a comparar una con otra. Camille, halagada, se arqueó hacia atrás, sacó hacia afuera los senos y marcó unos pasos de bayadera; pero la sombra conocía el juego mejor que ella. Desenlazando las manos, la joven echó a andar, precedida de la sombra ejemplar, y, al llegar a la abierta ventana, la sombra saltó a una alameda, abrazando al pasar, con sus dos largos brazos, el álamo cubierto de gotas de luna… «¡Qué lástima!», suspiró Alain. Luego se reprochó blandamente su inclinación a amar en Camille una perfeccionada o inmóvil forma de ella misma, esa sombra, por ejemplo, o un retrato, o el vivo recuerdo que le dejaba de ciertas horas, de ciertos vestidos.

Colette
La gata
Ed. Nortesur, 2008

Tu peso en lo leve


Ahora aumenta tu peso
en todo lo leve,

ahora desenmascaras
lo ya nombrado
sin nombre,

ahora envías tú los
martinetes burilantes de sílabas
bajo la espuela
de aquel que
ha pasado por alto
el espinoso seto de la astucia,

ahora
escribes tú.