domingo, 6 de noviembre de 2016

Leyendo


Fot. Bert Hardy

La belleza del mundo



Y la belleza del mundo se inclinó allí
En el susurro del cielo nocturno,
Ella reflejaba su cuerpo en el agua atrapada y traviesa,
que se ramifica entre las piedras.
Ella acercaba su boca y respiro
a aquellos ojos de él sin luz. A ella le gustó
la retirada de su túnica aún cerrada
lisa bajo la espalda el pecho aún más claro,
el día estaba rompiendo a tu alrededor, en el espejo, y el sol
plegaba tu nuca desnuda con una niebla roja.
Pero ahora
aquí estoy fuera de la casa en la que nada se mueve
ya que ella no es más que un sueño. Voy, dejo
en cualquier lugar, contra un muro, bajo las estrellas,
este espejo de nuestras vidas. Que el rocío
de la noche se condense y fluya sobre la imagen.

Lo que fue sin luz, Gallimard