lunes, 3 de julio de 2017

Sagrada, sagradamente


Nuestra divinidad es el amor.
Ahora y siempre, encerrado en nosotros.
El rito es juego de cuerpos
bajo la suave manta de la noche,
o simplemente la tranquilidad
de las miradas en la mesa
cuando tú dibujas y yo escribo,
o el acuerdo en comprar una botella de vino
a bajo precio

Somos paganos a veces.
Me transformo en un ángel exigente
y tú dejas que se agite tu diablo interior.

Nuestra divinidad es el amor…
Sagrada, sagradamente nos bañamos juntos
y nos turnamos el agua caliente,
y sólo con señales, libres de palabras,
nos turnamos el cigarrillo.
Sagrada, sagradamente esperamos el bus
y damos una vuelta bajo tierra
en la noche con tres grados de frío.
Y cuando dormimos pegados cubiertos
sólo con la oscuridad y nuestros cuerpos tibios.

Sagrada, sagradamente viajamos en bus
y te sientas con tu cabeza apoyada en mi hombro
y casi en sueños hablas sobre mañana.
O cuando yo despierto
y me quedo una hora para sólo mirarte
y tu rostro es liviano como un ala.
Sagrada, sagradamente bajamos después de mediodía
a “nuestro” café a tomar el “desayuno”.
Sagradamente me llamas por teléfono
y el sonido es limpio como reloj
y tu voz vivaz como pájaro.

Sagrada, sagradamente cierras los ojos
y lanzas tu cabeza luminosa
hacia atrás para destruir la noche
mientras yo estoy sobre ti y en ti
y tiro de tu pelo
fuertemente, como a ti te gusta,
sagrada, sagradamente.

Y nuestro rezo son palabras que nos decimos
en los momentos en que obviamos
ser modernos en este mundo.
Y nuestro rezo son los ojos que fijamos
con caricias para abrirnos paso libres en el mundo.

Sagrada, sagradamente

Leer


Quien lee deja de vivir. Haced ahora por hacerlo. 
Dejad de vivir, y leed. ¿Qué es la vida?

Mokusei


Tomó un sendero hacía arriba, dentro de la oscuridad, caminó sobre gruesos troncos de bambú resbaladizos colocados como un pequeño puente encima de la corriente, escuchó el gargarizar y el tragar del agua. ¿Qué desaparecidos pies habían desgastado este sendero, habían hecho naturaleza de él? Bajo la superficie del agua parecía fluir el propio suelo. En algún lugar había una pila de leños, una forma oscura y consistente, como si hubieran crecido los unos al lado de los otros. Hace cien años había estado aquí un leñador que los había preparado para el día siguiente, pero nunca regresó. Mokusei. Se oyó a sí mismo pronunciar el nombre de ella en voz alta, y se detuvo. Luego esto que sentía era miedo. Algo irremediable le estaba pasando. Se dio la vuelta. La niebla se levantaba en el lugar de donde él venía, formas desgajadas y flotantes que la habían tomado con él le rodearían, le envolverían, le mantendrían prisionero junto a esa pila de madera, cien años, mil años, siempre.

Cees Nooteboom
¡Mokusei! / El Buda tras la empalizada
Ed. Siruela, 1994
Trad. Julio Grande