miércoles, 10 de julio de 2019

Netsuke


Se dirigió al gabinete de los netsuke, donde se demoró un rato. Al ver su perfil se me formó un nudo en la garganta. Hay rostros que despiertan una atracción parecida a la de las estrellas. Tachonados de ojos estelares, ojos en torno a los cuales existe un campo gravitatorio. Son los ojos de aquellos que no solo se han acercado al límite, sino que ya lo han cruzado, quizá de forma cíclica, una costumbre crónica en ellos. Y, sin embargo, han conseguido volver. El fuego les ha chamuscado las plantas de los pies; han ingerido trozos de cristal; han mantenido relaciones carnales con serpientes; son capaces de hacer cualquier cosa, lo que sea, con tal de aplacar cierto tipo de dolor, el dolor que siente una persona cuyo espíritu ha sido tan mancillado y pisoteado que, como mucho, puede aspirar a seguir brillando a trompicones, como una luciérnaga atrapada en una mano cerrada, en los estertores de una especie de frenesí final, y mientras aguarda la muerte.
Esas son las personas capaces, en tanto que amantes, de procurar una emoción excepcional. Su atractivo siempre es comprometedor. El riesgo es enorme. Pero soy como ellos. Estoy dispuesto a ponerlo todo en peligro con tal de arder intensamente un instante. El mundo está lleno de gente así. Gente devastada por el ansia, capaz de implosionar de un momento a otro. En nuestro planeta abunda esa clase de agujeros negros. Me he planteado desarrollar una cosmología de este erotismo de la devastación.

Rikki Ducornert
Netsuke
Ed. Blackiebooks
Trad. Ismael Attrache

Fot: Robert Mapplethorpe.
Untitled (Self Portrait), 1973
Solomon R. Guggenheim Museum, New York

Sospechas y certezas


La primera sospecha es la de vivir. No poseer lo que se cree es la segunda certeza. Encontrar lo que nunca se busca es la serendipia de la vida, un bálsamo en el asombro de los hallazgos, como un cielo azul de abril después de la lluvia y tan verdad como que rara vez se encuentra aquello que se busca.

Hay un anzuelo en cada esperanza; una renuncia en cada instante de fe; una muerte de fonemas por cada silencio. Sin embargo, no hay un hallazgo pretendido por cada búsqueda establecida.

Después de todo, los bordes y los límites son una zona nebulosa entre lo que intentamos ser y no ha hallado camino y lo que somos y no sabemos definir, como una laguna de aguas profundas que guarda muros de fortalezas que no se pueden ver.

El cauce se remonta, pero la posibilidad queda detenida, esperando, languideciendo somnolienta. Existe una distancia entre el ojo y la imagen que se refleja.

Antonio Gramsci (1971) desarrolló el concepto de hegemonía para hacer referencia a un orden social estratificado (con clases sociales) en el que los subordinados acatan la dominación al interiorizar los valores se sus gobernantes y aceptar la "naturalidad" de la dominación (tal es la forma en la que han de ser las cosas)

Pierre Bourdieu (1977) afirmó que todo orden social trata de hacer que su propia arbitrariedad (incluyendo mecanismos de control y opresión) parezcan naturales.

Tanto Bourdieu como Michel Foucault (1979) argumentan que es más fácil y efectivo dominar a la gente en sus mentes que tratar de controlar sus cuerpos.

La primera certeza es la inexistencia de estas. La segunda sospecha es la sospecha de la primera. El agua no sacia, lo que se aleja está cerca, lo pequeño es lo que más grande parece.

Juan Carlos Pérez Aguilera
El diario de Reinaldo Huélago

Fot: Escultura de Alfred Keller