lunes, 20 de noviembre de 2017

La pasión


Aquel día, pues, él conoció una de las formas extrañas de la estabilidad: la estabilidad del deseo irrealizable. La estabilidad del ideal intangible. Él, que era un ser consagrado a la moderación, se sintió por primera vez atraído por lo inmoderado: una atracción por el extremo imposible. En una palabra, por lo imposible. Y por primera vez sintió, en consecuencia, amor por la pasión.
Y fue como si se le curase la miopía y viese el mundo claramente. Fue la visión más simple y profunda que hubiera tenido del Universo donde había vivido y viviría.

Clarice Lispector
Miopía progresiva
de Felicidad clandestina
Ed. Grijalbo, 1988
Trad. Marcelo Cohen Levis Chokler

Fot. Brigitte Carnochan

Leyendo


Anny Andersson in her home, 1910, Sweden

Leyendo


Le Voyage Mexicain, 1965-66

Un escritor


UN ESCRITOR

El escritor más enigmático de todos los tiempos ha sido, seguramente, Jesús. Los Evangelios nos lo presentan escribiendo una sola vez y no lo hace en papel sino, con un palito, en la tierra, en el transcurso de la prodigiosa escena de la mujer pillada cometiendo adulterio. No sabremos nunca lo que escribió o si escribió algo, o si solo dibujó. Debió de ser, sin embargo algo importante, pues Jesús estaba tan absorto, inclinado sobre aquellos signos perecederos, que los judíos tuvieron que preguntarle varias veces qué había que hacer con la mujer antes de que él diera esa respuesta inolvidable: "Aquel de vosotros que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra". La mayoría de los judíos sabían leer y, por otro lado, el nuevo maestro era extremadamente importante para ellos. ¿Por qué ninguno leyó lo que había escrito? ¿Por qué las inmensas bibliotecas de Occidente descansan sobre los hombros de dos hombres que no dejaron escritos a su paso, Sócrates y Jesús? ¿Cuál es la diferencia entre la sabiduría que no escribe y la inteligencia que llena las bibliotecas a favor o en contra de la sabiduría? Incluso aunque no dejara libros, Jesús -no lo olvidemos- vivió la epopeya de un pueblo, sus salmos, su canto de amor y, a través de Job, su desesperación. El hombre de Nazaret quiso ser el índice y la culminación de ese libro. La escena del perdón a la mujer que ha cometido un pecado me parece la parábola central del Evangelio, y el texto que quedó en la tierra, la más bella obra de la humanidad y, tal vez, su definición.

Mircea Cãrtãrescu
El ojo castaño de nuestro amor
Ed. Impedimenta
Trad. Marian Ochoa de Eribe

Fot. Alan Sonfist
Myself Becoming One with the Tree, 1969