martes, 16 de enero de 2018

Tantas ciudades a las cuales debimos haber ido


Es de ciudades cultas nuestro sueño, 
con música y cafés hospitalarios, 
la majestad de un puerto y estaciones 
de hierro y de cristal 
con los trenes bruñidos por la noche 
y por la lluvia, por la misma lluvia 
que nos arrulla en un pequeño hotel 
o desde las ventanas de un museo. 
Hay lugares tranquilos al amparo 
de grandes árboles, gente educada, 
callada, bien vestida, librerías 
donde los ojos vagan mientras cae la tarde. 

Tantas ciudades a las cuales 
debimos haber ido, amada mía. 
La luna sale tras aquellos puentes 
de hierro de los años 
en los que fue cambiando nuestra ley. 
Desde entonces el tiempo es una lluvia 
que nos inunda como a los tejados. 
Pero en la luz del patio están los templos 
de mármol blanco y travertino de oro. 
Y por las calles de pequeños pueblos 
encontramos estucos color tierra, 
fastuosos, esgrafiados por el viento. 
La casa del balcón posee aún 
luz de conversaciones y refugio, 
y cuando de los dos quede uno solo, 
tendrá por compañía los recuerdos, 
la hiedra y el ciprés hasta encontrarnos 
en las ciudades de este sueño.

Tantas ciudades a las cuales debimos haber ido


Creencias de jardín


CREENCIAS DE JARDÍN

La última línea de sol
desciende de hoja en hoja. La luz desfallece
hacia el extremo de una escala tardía. 
Ambos sufren en el jardín de la retórica de ese
drama mecánico.Ella dice: 
mira, eso es el tiempo encarnado
que alimenta su medida; él asiente,
verifica con un anhelo estremecido
el naufragio del día y de los cuerpos. 
Entonces callan bajo una especie de sacrificio.
Convierten esta hora delgada y ambigua
en la herida de una religión aterradora.
Y aunque el viento es suave y las flores repiten
un probable manifiesto de resurrección
ellos esperan la oscuridad nocturna para mentirse
sobre la mutación de las cosas y su sentido. 

de “Violín Obligado