miércoles, 24 de octubre de 2018

Eterno desvío


En su eterno desvío, el peregrino debe dosificar su locura para poder manejarla.

Cees Nooteboom
533 días
Ed. Siruela, 2018
Trad: Isabel-Clara Lorda Vidal

Ilustración de Lena Lowis

Apariencia


He leído que San Agustín abría una página de la Biblia al azar, como si en ella fuera a encontrar aquello que en aquel momento debía hacer o pensar. Los romanos hacían lo mismo con Virgilio. Voy a intentarlo. Abro el libro IV de la Eneida y voy a parar a un olmo, Ulmus opaca, un ingente árbol que proporciona gran sombra. Un árbol de brazos añejos y sueños vanos que se acurrucan al dorso de sus hojas, somnia vana. Estoy viendo el árbol que tengo frente a mí; se parece a la bellasombra que tengo en un rincón del jardín, invisible a esta hora, y un sueño oscuro que esta noche no quiero soñar. Leo la cadencia de los versos, el ardid de la pesadilla, Eneas en la oscuridad enfrentándose a un gigante de tres cuerpos, arpías, monstruos. Pero cuando el héroe arremete con su espada contra ellos resulta que no son más que apariencia, figuras huecas hechas de nada, un enemigo compuesto de sombra, y como si no pudiera ser de otra manera, oigo cómo los gansos de los vecinos, despertados por algún ruido, viven su propia pesadilla.

Cees Nooteboom
533 días
Ed. Siruela, 2018
Trad: Isabel-Clara Lorda Vidal