domingo, 4 de febrero de 2018

Labios, tejidos turgentes


Labios, tejidos turgentes de la noche-tú:

Miradas de curvas escarpadas llegan escalando,
descubren la comisura,
se suturan en ella:
prohibiciones de entrada, peaje negro. 

Aún tendría que haber luciérnagas. 

de “Soles filamentos”
Edit. Trotta
Trad. José Luis Reina Palazón.

All seeing eye


Leyendo

Libros


   Yo necesito libros. Es un deseo que me supera, que no puedo controlar. Necesito tener estanterías llenas y pilas de libros en todas las estancias de la casa. Algunos, de manera inevitable, se convertirán en lo que en japonés se denomina tsundoku: libros comprados que no se leen nunca, sentenciados a pasar la eternidad en una estantería o en un montón; pero la adicción escapa a la lógica.
   Necesito llevarme libros de vacaciones. Necesito llevarme un libro en cualquier viaje, tanto si voy en autobús a la ciudad como si atravieso el país en tren. Necesito uno o dos libros conmigo en el trayecto, y necesito saber cuál será mi próxima lectura. Necesito tener libros sin leer en la mesilla de noche, y libros amados y leídos hace ya tiempo al alcance de la mano, para comprobar detalles o para abrazarlos como a una vieja mascota resucitada. Los narcóticos no surten efecto con esta adicción. Empezó en una biblioteca ambulante y cada año se vuelve más aguda.
   Los libros son mi muleta. Me sostienen, me hacen inmensamente feliz y me ponen profundamente triste. Nunca estoy lejos de mi siguiente compra, ya sea entrada la noche, cuando la bebida me persuade de que debo «Completar el pedido», o en una tienda de segunda mano con fines benéficos, donde me hago con un volumen que no me interesó en el momento de su publicación, pero que de repente necesito. «¿Otro libro?», me preguntan mientras subo a hurtadillas por las escaleras de casa, como un adolescente que llega bastante pasada la medianoche o un caco de dibujos animados que camina de puntillas. Como sucede con todos los adictos, tengo mis excusas: «Sólo costaba cinco libras», «Este no lo tengo», «Me encantaba de pequeño» o «Lo tenía, pero se lo presté a John y no me lo devolvió»
   No es culpa mía. Lo único que hago es darles a unos cuantos centenares de amigos un lugar donde alojarse.

Daniel Gray
Este libro te alegrará la vida
(50 placeres íntimos de la lectura)
Ed. Ariel, 2017
Trad. Gemma Deza

Fot. Adrienne Monnier frente a su librería LA MAISON DES AMIS DES LIVRES, 7 rue de l’Odéon, Paris.