viernes, 23 de junio de 2017

Señora Lázaro


Morir
Es un arte, como todo lo demás.
Yo lo hago excepcionalmente bien.

Yo lo hago con furia,
Yo lo hago de tal manera que sea real.
Usted podría decir que tengo una predisposición.

Es fácil hacerlo en una celda.
Es fácil hacerlo y mantenerse intacta.
Es el retorno

Teatral a la luz del día
Al mismo lugar, el mismo rostro el mismo brutal
Grito entretenido

“¡Un milagro!”
No puedo soportarlo.
El espectáculo no es gratis

Para ver mis cicatrices
Para escuchar mi corazón
Hay que pagar la entrada
Nada de esto es un acto.

Y hay que pagar, pagar mucho
Por una palabra o tocarme
O por un poco de sangre…

Señora Lázaro

Sima de amor


Resbalando por esta sima umbrosa, 
yendo sin freno el pie tras la mirada, 
la mano tanteando en piedra helada, 
y presa la mirada en lumbre hermosa,

por esta sima voy. ¿Qué luz undosa 
de antorchas te me muestra, mi ignorada? 
¡Oh inofensiva unión y peligrosa 
la de la llama a la pupila atada!

Todo al revés se ve, y a la deriva, 
por esta oscuridad que luz trasciende 
donde el misterio del amor estriba.

Y si la muerte siento que en mí prende, 
también me gozo al verla ardiendo viva 
si los caminos de tu alma enciende

Sima de amor

Los ingredientes secretos


Cómo deseé ser aquella inocente pieza de acero inoxidable cuando se llevó la cucharada de sopa a los labios. Habría cambiado toda la sangre de mi cuerpo por medio litro de caldo vegetal. Déjame ser un taco de zanahoria o un fideo para que me metas en tu boca. Tuve envidia del panecillo. La miré partir y untar cada trocito con mantequilla, empaparlo lentamente en el tazón, dejar que se volviera grueso y grávido, que se hundiese bajo el peso rojo oscuro y que resucitara al glorioso placer de sus dientes.
(...)
Las patatas, el apio, los tomates, todo había pasado por sus manos. Cuando me tomé la sopa la filtré para saborear su piel. Había estado allí, debía quedar algo de ella. La encontraría en el aceite y las cebollas, la detectaría a través del ajo. Sabía que había escupido en la sartén para ver si el aceite estaba a punto. Es un viejo truco, todos los chefs lo hacen, o lo hacían. Y supe, cuando le pregunté qué había en la sopa, que había suprimido el ingrediente fundamental. Te saborearé, aunque sea a través de tu cocina.

Jeanette Winterson
Escrito en el cuerpo
Ed. Lumen, 2017