miércoles, 8 de agosto de 2018

Creencias de jardín


CREENCIAS DE JARDÍN 

La última línea de sol 
desciende de hoja en hoja. La luz desfallece 
hacia el extremo de una escala tardía. 
Ambos sufren en el jardín de la retórica 
de ese drama mecánico. Ella dice: 
mira, eso es el tiempo encarnado 
que alimenta su medida; él asiente, 
verifica con un anhelo estremecido 
el naufragio del día y de los cuerpos. 
Entonces callan bajo una especie de sacrificio. 
Convierten esta hora delgada y ambigua 
en la herida de una religión aterradora. 
Y aunque el viento es suave y las flores repiten 
un probable manifiesto de resurrección 
ellos esperan la oscuridad nocturna para mentirse 
sobre la mutación de las cosas y su sentido.


Fot. Robert E. Jackson's Curious Collection of American Snapshots

El futuro del baile


EL FUTURO DEL BAILE

¿A quién nos dirigimos?

Según quienes sean, los niños
trabajan en los campos. Las vacaciones
están a la vuelta de la esquina
y ellos esperan que la vida siga igual
muchas mañanas seguidas. Date prisa, máquina de coser,
y logra sin tardanza lo que se espera de ti.

Los peces saltan parcialmente fuera del agua. Y el aire es nuevo.

Antes, ilustres forasteros nos abordaron
(según quienes sean) y nos invitaron a sentarnos
para escucharles como se escucha un cuento. Y en el cielo,
fuentes caídas nos regaban los pies
mientras su historia farragosa lubricaba los aires
y las parras que en ellos se removían.

Nadie espera que la vida sea una sola aventura,
y sin embargo, a la inversa, nos sorprendemos cuando se vuelve decepcionante,
como suele pasar con las historias cuando el contar va más rápido
que la situación. Date prisa y duerme,
es lo que sugiero. Y si resulta solitario,
la canción no se habrá marchado para nada.

Bosquecillos pintados hacen más por la destreza
que minaretes y azoteas. Las bicicletas reviven los paisajes
a los que ponen banda sonora. Mejor un acordeón
silencioso que un coro de arpas, ya sea en un sentido
u otro, gotas de cristal sollozante
que se quedan colgadas tan pronto la noche urde su clima.

Las escenas más anodinas eran siempre las más lejanas,
pero estas hojas que se fruncían en nuestras manos,
higo y ortiga, sobreviven en un surco del tiempo
que los relojes no pueden deshacer, ni la fortuna saquear.

Trad. Jordi Doce