sábado, 1 de julio de 2017

Los pájaros de la memoria


A pesar de que el coronel Aureliano Buendía seguía creyendo y repitiendo que Remedios, la Bella, era en realidad el ser más lúcido que había conocido jamás, y que lo demostraba a cada momento con su asombrosa habilidad para burlarse de todos, la abandonaron a la buena de Dios. Remedios, la Bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces a cuestas, madurándose en sus sueños sin pesadillas, en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios, en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos, hasta una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas de bramante, y pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas había empezado, cuando Amaranta advirtió que Remedios, la Bella, estaba transparentada por una palidez intensa. 

—¿Te sientes mal? –le preguntó. 

Remedios, la Bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo, hizo una sonrisa de lástima.

—Al contrario –dijo–, nunca me he sentido mejor. 

Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó con toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerinas y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la Bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la Bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria.

Gabriel García Márquez
Cien años de soledad

Fot. Sam Hood
Swimming exam, New southwales 1953

Sepulcro


Llenaba la mañana 
el aspirar del aire.

Caminaste, despacio
hasta la piedra grave.

No fuiste para ver,
sino para no ver.

Solos, en la mañana,
tu soledad y tú.

Corría el aire suave.
Oscuridad, tu luz.

Sepulcro de San Juan de la Cruz
de "La sombra y la apariencia"

Le obliga a que la mire


Le obliga a que la mire…

Es fruto agraz al paladar 
y sedoso para los labios
que han conocido su contorno 
y percibieron la afluencia. 

Ella jugaba aquella noche 
cautivada por la ternura 
de una voz que a su decisión 
sólo dijo: si tú lo quieres… 

Ahora le obliga a que la mire, 
para que vea lo que es suyo 
y lo que luego ha de perder 
cuando se aparte de sus ojos.


Tilda Swinton, 1991
National Portrait Gallery London

Secretos


No sé qué es mejor, si ir por la vida cargado de secretos hasta que explotas por la presión que ejercen, o que vayan arrancándotelos párrafo a párrafo, frase a frase, palabra a palabra, hasta que al final te quedas vacía de todo lo que en otro momento era para ti tan precioso como el oro en polvo, tan tuyo como tu propia piel -todo lo que considerabas de la mayor importancia, todo lo que te avergonzaba y deseabas ocultar, todo lo que sólo te pertenecía a ti- y tienes que pasar el resto de tus días como un saco vacío sacudido por el viento, un saco vacío con una etiqueta fluorescente para que todo el mundo sepa qué clase de secretos guardabas dentro de ti.

Margaret Atwood
El asesino ciego

Rehacer


Estoy en el punto donde ya no toco a la vida, pero tengo en mí todos los apetitos y la titilación insistente del ser. Sólo tengo una ocupación: rehacerme.

Antonin Artaud

Fot. Frank Vic

Adentro


Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos. Me olvidé. Adentro el viento. Todo cerrado y el viento adentro.

Alejandra Pizarnik
Caminos del espejo

Fot. Werner Bischof
Dreaming, Otwock, Poland, 1948

Murciélagos


Aquellos murciélagos tenían los ojos abiertos. A diferencia de nosotros, ellos sí sabían cómo y cuándo apartarse del amor que mueve el sol y las estrellas.

Ted Hughes
Fragmento de “Las grutas de Karlsbad”
Cartas de cumpleaños.
Edit. Lumen.
Trad. Luis Antonio de Villena.

Te encontraré


Cuando el mundo se reduzca a un solo bosque negro para nuestros cuatro ojos asombrados, a una playa para dos niños fieles, a una casa musical para nuestra clara simpatía, te encontraré. 

Arthur Rimbaud