jueves, 30 de agosto de 2018

Una astilla


Extrañas bodas de la tierra y el corazón, bajo el signo y el impulso de la mar soberana. Pues aquí, en la isla, el cerco que corría el riesgo de trabarnos la imaginación la exacerba antes bien y la acomete, yeguas marinas. Y concluye entonces la maniobra y el hombre cae y besa el suelo. Las olas encendidas lo aturden, el aire fermenta y lo alza en vilo, pero la tierra está en él como un sufrimiento imborrable. Se ha nutrido de las aguas de lo insólito y ha torturado su risa. Cerrado, sitiado, ardientemente deseoso de imaginar el resto a su imagen, debe abrir, debe abrirse, ver otra cosa, ver al otro. Después de eso, tras cada rictus hay un amanecer. De uno a otro horizonte, lo sustenta tan fuego hondo de su voz ebria. Para nada necesita paseos, exaltaciones, hogueras de los crepúsculos. Es un fuego tan secreto e íntimo, tan conocido. Prende un huerto de frutales, frutas incendiadas del encono o de la suavidad, por turnos: así nace el poema. La isla es una astilla en un rayo, que el árbol lleva doquier en sí.

Édouard Glissant
Sol De La Conciencia
El Cobre ediciones, 2004
Trad. María Teresa Gallego Urrutia

Dib. Louise Bourgeois
The Insomnia Drawings, Throbbing Pulse (1944)


Apariciones


APARICIONES 

Huir no existe. Solo existes tú,
la mirada que imanta
el mundo
lo hace suyo.

Abrupto revolar de cuervos
en los quicios del aire.

Destellan como espejos
al sol.
Parpadean.

Alguno ha de posarse
sobre la hierba que has pisado,
desenterrar un pensamiento.

Sabes
que nada se pierde.

Nada se pierde
Poemas escogidos
Prensas Universitarias de Zaragoza

Última primavera


ÚLTIMA PRIMAVERA 

Toma en lo hondo de ti la campanita china
y cuando llegue la lila, mezcla ésta también
con tu sangre, tu dicha y tu miseria,
con el oscuro fondo del que dependes.
Lentos días. Todo superado.
Y no preguntas si principio o fin,
luego tal vez te llevarán las horas
todavía hasta junio, con sus rosas.

Versión de Eustaquio Barjau