jueves, 1 de febrero de 2018

El aire y los sueños


(...) Shelley es verdaderamente el feliz poeta del aire y de la altura. La poesía de Shelley es "el romanticismo del vuelo".
Ese romanticismo aéreo y volador presta alas a todas las cosas de la tierra. El misterio pasa de la sustancia a su atmósfera. Todo conspira para dar al ser aislado una vida universal. Cuando yo escuchaba madurar las ciruelas, veía al sol acariciando todas las frutas, dorando todas las redondeces, puliendo todas las riquezas. El verde arroyo, en su leve cascada estremecía las campanas de la aguileña. Volaba un sonido azul. El racimo de flores lanzaba trinos sin fin en el cielo azul. Comprendía a Shelley (Epipsychidion): "y de sus labios, como de un jacinto lleno de rocío de miel, cae gota a gota un murmullo líquido, que hace morir de pasiones los sentidos, tan dulce como las pausas de la música planetaria oída en el éxtasis". Cuando una flor murmura así, cuando la campanilla de las flores resuena en la cima de las umbelas, toda la tierra calla, todo el cielo habla. El universo aéreo se colma de una armonía de colores. Las anémonas de tan diverso colorido pintan los cuatro vientos del cielo... El color se mezclaba a la voz, a los aromas, del tiempo en que las flores hablaban...

Gaston Bachelard
El aire y los sueños
Breviarios del Fondo de Cultura Económica.
Trad: Ernestina de Champourcín

La mitad no quiero de nada


¡La mitad no quiero de nada!

¡La mitad no quiero de nada!
¡Que sea mío el cielo todo!
¡La tierra toda, mía!
Mares y ríos, el torrente de la montaña,
¡míos! No los comparto.

No me seducirás, vida, con una parte. 
¡Será todo o nada! ¡Yo podré con todo!
No quiero ni la felicidad 
ni el dolor a medias.

Quiero, sí, la mitad de la almohada 
donde, pegado a tu mejilla,
como una pobre estrella fugaz,
fulgure el anillo de tu dedo...


Versión de Rafael Alberti y María Teresa León