viernes, 30 de marzo de 2018

Debiera ser verdad


Debiera ser verdad

Debiera ser verdad, debiera el día
inundarse de luz como hoy lo veo,
con su gesto de sábado y ventanas
abiertas al rumor del oleaje:
caminas junto a mí, tu voz me alcanza
con su aliento de fruta y la cadencia
de tus pasos se funde con mis pasos
y no nos cabe el alma ni este puro
fervor de criaturas que el deseo
arroja hacia una playa que no existe.


De "Horizonte o frontera"
Ed. Hiperión 2003 


Día laborable



Día laborable.

Las cinco y media de la mañana. Suena el despertador. Me levanto, me quito el vestido, lo pongo sobre la almohada, me pongo el pijama, voy a la cocina, me meto en la bañera, cojo la toalla, me lavo la cara con ella, cojo el peine, me seco con él, cojo el cepillo de dientes, me peino con él, cojo la esponja de baño, me cepillo los dientes con ella. Luego voy al cuarto de baño, me como una rebanada de té y me bebo una taza de pan. Me quito el reloj de pulsera y los anillos. Me quito los zapatos. Me dirijo a la escalera y abro la puerta del apartamento. Cojo el ascensor del quinto piso al primero.
Luego subo los nueve peldaños y estoy en la calle. En la tienda de ultramarinos me compro un periódico, luego camino hasta la parada de tranvía y me compro unos bollos, y al llegar al quiosco de periódicos me subo al tranvía. Me bajo tres paradas antes de subir. Le devuelvo el saludo al portero, que me saluda y piensa que otra vez es lunes y otra vez se ha acabado la semana. Entro en la oficina, digo adiós, cuelgo mi chaqueta en el escritorio, me siento en el perchero y empiezo a trabajar. Trabajo ocho horas.

Herta Müller
En tierras bajas
Ed Siruela, 2009
Trad. Juan José del Solar