Mostrando entradas con la etiqueta Amor. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Amor. Mostrar todas las entradas

viernes, 15 de marzo de 2019

Diccionario


DICCIONARIO

Abrí en amor; 
decía, 
blanco 
sobre negro: 
“sentimiento potente de afecto 
hacia ser humano 
o cosa querida 
e importante”; 
chequeé vida 
y la definición era: 
“estado de existencia de los seres humanos, 
animales 
y plantas 
que los distingue de los objetos 
inanimados”. 
Pensé en mundo 
y la entrada era: 
“Globo terráqueo”. 
Pasé las hojas hasta la D 
y me detuve en 
dolor. 

Tehila Hakimi
Trad: Gerardo Lewin

Fot: s/d

jueves, 14 de febrero de 2019

He aquí el amor



He aquí el amor.
Repito:
He aquí el amor.

Pero mejor hablaremos de esta puerta.
Una puerta es una puerta
a la que yo golpeo día y noche,
a la que yo golpeo día y noche,
a la que yo golpeo día y noche.
Y aunque nadie responda,
y aunque nadie responda,
y aunque nadie responda,
el aire es el aire de todos los dias,
las plantas son verdes como siempre,
y el mismo cielo esférico me envuelve
lunes, martes, miércoles,jueves, viernes, sábado y domingo.
¿Pero, qué puedo yo decir del amor?
¿Qué puedo yo decir del amor?
¿Qué puedo yo decir del amor?
En cambio, esta puerta es indudable;
por ella entro y salgo día y noche
hacia los verdes campos que me esperan,
hacia el mismo cielo esférico y perenne.

¿Pero qué puedo yo decir del amor?
¿Qué puedo yo decir del amor?
¿qué puedo yo decir del amor?
Mejor sigo hablando de esta puerta.

Jorge Eduardo Eielson

miércoles, 6 de febrero de 2019

Pretextos



La peonza de Kafka es un relato sobre un filósofo que pasa su tiempo libre acechando a los niños para poder apropiarse de sus peonzas mientras giran. Agarrar una peonza mientras está girando lo hace feliz por un momento, en la creencia de que “El conocimiento de una pequeñez, por lo tanto también, por ejemplo, de una peonza girando, bastaba para alcanzar el conocimiento general”. El disgusto sigue al placer casi de inmediato, y el filósofo arroja la peonza al suelo, se marcha. Aún así, la esperanza del entendimiento sigue inundándole cada vez que comienzan las preparaciones de los niños para hacer girar sus peonzas: “Cuando giraba corría tras ella poseído de la esperanza de una certeza, pero en cuanto sostenía ese burdo trozo de madera en la mano le daban náuseas”

El cuento trata del placer que obtenemos de la metáfora. El significado gira, permaneciendo en la vertical de un eje de normalidad que se alinea con las convenciones de la connotación y la denotación; sin embargo, girar no es lo normal y fingir una verticalidad normal mediante este movimiento fantástico es irrelevante. ¿Cuál es la relación entre esa irrelevancia y la esperanza de entender? ¿Y con el placer?

El cuento trata de la razón por la que nos encanta enamorarnos. La belleza gira y la mente se conmueve. Atrapar esa belleza sería entender cómo es posible esa estabilidad irrelevante en el vértigo. No obstante, el placer no necesita llegar tan lejos: correr poseído, pero sin haber llegado, es ya delicioso en sí mismo, un momento suspendido de esperanza viviente.

Suprimir esa irrelevancia no es el objetivo del que ama. Tampoco podemos creer que el filósofo vaya detrás del entendimiento. Más bien se ha convertido en filósofo (es decir, en alguien cuya profesión es deleitarse en el entendimiento) para darse a sí mismo pretextos por los que echar a correr tras la peonza.

Anne Carson
Eros. Poética del deseo

Fotograma de L'Eclipsse de Antonioni

lunes, 14 de mayo de 2018

Precio


El día estaba envuelto en niebla, que se posaba en su pelaje como una advertencia. Yo escrutaba el futuro, pensaba en lo que tendría que ser para el perro a cambio de lo que él sería para mí. Habría resultado mucho más sencillo si hubiera sido un perro más fácil, es decir, un perro menos inteligente, menos sensible, menos rebosante de aquella jouissance que no debía sufrir daño alguno.
Habría resultado mucho más sencillo de haber sido yo una persona más fácil. Estábamos demasiado expuestos, el perro y yo, nos unía la misma imprudencia. Y el mismo amor. He aprendido lo que cuesta el amor. Nunca hago recuento, pero sé lo que cuesta.


Veinticuatro horas en la vida de un perro
Ed. Lumen, 2015
Trad. Alejandro Palomas

domingo, 18 de marzo de 2018

Amor en el sanatorio




Una extraña ha venido
a compartir mi cuarto en esta casa que anda mal de la cabeza,
una muchacha loca como los pájaros

traba la puerta de la noche con sus brazos, sus plumas.
Ceñida en la revuelta cama
alucina con nubes penetrantes esta casa a prueba de cielos

hasta alucina con sus pasos este cuarto de pesadilla.
libre como los muertos
o cabalga los océanos imaginarios del pabellón de hombres,

Ha llegado posesa
la que admite la alucinante luz a través del muro saltarín,
posesa por los cielos

ella duerme en el canal estrecho, hasta camina el polvo
hasta desvaría a gusto
sobre las mesas del manicomio adelgazadas por mis lágrimas.

Y tomado por la luz de sus brazos, al fin, mi Dios, al fin
puedo yo de verdad
soportar la primera visión que incendia las estrellas.

Amor en el sanatorio
Trad. Elizabeth Azcona Cranwell

miércoles, 14 de marzo de 2018

Una y otra vez...


Una y otra vez, 
aunque conozcamos el paisaje del amor
y el pequeño cementerio 
con sus nombres que se lamentan
y el barranco terriblemente callado, 
en que los otros desembocan: 
una y otra vez salimos emparejados
bajo los viejos árboles; 
y nos echamos, una y otra vez,
entre las flores, frente al cielo.

Una y otra vez...

Fot. Édouard BoubatParis 1952

martes, 13 de febrero de 2018

He aquí el amor



He aquí el amor.
Repito:
He aquí el amor.

Pero mejor hablaremos de esta puerta.
Una puerta es una puerta
a la que yo golpeo día y noche,
a la que yo golpeo día y noche,
a la que yo golpeo día y noche.
Y aunque nadie responda,
y aunque nadie responda,
y aunque nadie responda,
el aire es el aire de todos los dias,
las plantas son verdes como siempre,
y el mismo cielo esférico me envuelve
lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo.
¿Pero, qué puedo yo decir del amor?
¿Qué puedo yo decir del amor?
¿Qué puedo yo decir del amor?
En cambio, esta puerta es indudable;
por ella entro y salgo día y noche
hacia los verdes campos que me esperan,
hacia el mismo cielo esférico y perenne.

¿Pero qué puedo yo decir del amor?
¿Qué puedo yo decir del amor?
¿Qué puedo yo decir del amor?
Mejor sigo hablando de esta puerta.


domingo, 11 de febrero de 2018

Miedo a hablar


Me explicó que no hay que tener miedo de hablar, haciendo el amor, porque la voz que tenemos mientras amamos es lo más secreto que hay en nosotros, y las palabras de las que somos capaces, la única desnudez total, escandalosa, final, de que disponemos.

Alessandro Baricco
La esposa joven
Ed. Anagrama
Trad. Xavier González Rovira

Fot. Carolle Bénitah

sábado, 6 de enero de 2018

Oda al amor


Una tarde que ya nunca olvidarás
llega a tu casa y se sienta a la mesa.
Poco a poco tendrá un lugar en cada habitación,
en las paredes y los muebles estarán sus huellas,
destenderá tu cama y ahuecará la almohada.
Los libros de la biblioteca, precioso tejido de años,
se acomodarán a su gusto y semejanza,
cambiarán de lugar las fotos
Otros ojos mirarán tus costumbres,
tu ir y venir entre paredes y abrazos
y serán distintos los ruidos cotidianos y los olores.
Cualquier tarde que ya nunca olvidarás
el que desbarató tu casa y habitó tus cosas
saldrá por la puerta sin decir adiós.
Deberás comenzar a hacer de nuevo la casa,
reacomodar los muebles, limpiar las paredes,
cambiar las cerraduras, romper los retratos,
barrerlo todo y seguir viviendo.

Oda al amor

lunes, 1 de enero de 2018

Infierno


El infierno por el que yo había pasado -¿cómo decirte?- había sido el infierno que viene del amor. Ah, las personas ponen la idea del pecado en el sexo. Pero cuán inocente e infantil es ese pecado. El infierno mismo es el del amor. Amor es la experiencia de un peligro de pecado mayor, es la experiencia del fango y de la degradación y de la peor alegría. Sexo es el sobresalto de un niño. Pero ¿cómo me hablaré a mí misma del amor que ahora conozco?

Ed. Siruela, 2017
Trad. Alberto Villalba

Vid. Piers Faccini - Missing Words (Official Video)


sábado, 30 de diciembre de 2017

Clea


Me volví a hundir en el sueño; cuando desperté sobresaltado, el lecho a mi lado estaba vacío y la bujía se había extinguido. Clea estaba de pie junto a la ventana; había corrido las cortinas y contemplaba desnuda y esbelta como un lirio oriental el amanecer que se derramaba sobre los derruidos techos de la ciudad árabe. Y en aquel amanecer primaveral denso de rocío, que se insinuaba en silencio de la ciudad antes aún de que la despertase el canto de los pájaros, oí la voz dulcísima del muecín ciego de la mezquita que recitaba el Ebed, una voz suspendida como un caballo en el alto aire alejandrino mecido por las hojas de las palmeras.
-Alabo la perfección de Dios, el Eterno; la perfección de Dios, el Amado, el Existente, el Singular, el Supremo; la Perfección de Dios, el Único, el Solo…
La hermosa plegaria crecía en espirales de luz, atravesaba la ciudad. Yo observaba la grave y apasionada intensidad con que Clea, de espaldas a mí, contemplaba estática y despierta el nacimiento del sol, cuyos resplandores acariciaban ya los minaretes y las palmeras. Percibí el olor cálido de su pelo en la almohada. Como aquel brebaje que la Cábala llamaba en un tiempo “La Fuente de Todo lo Existente”, me sentía poseído por el júbilo de una libertad totalmente desconocida.
-Clea- llamé en un susurro.
Pero ella no me escuchaba; entonces me dormí otra vez. Sabía que Clea habría de compartir conmigo todas las cosas, que no retendría para sí nada, ni siquiera la mirada cómplice que las mujeres reservan tan sólo a sus espejos.

Ed. Edhasa, 2008
Trad. Matilde Horne

Dib. Alexis Díaz

sábado, 7 de octubre de 2017

El breve amor


EL BREVE AMOR

Con qué tersa dulzura 
me levanta del lecho en que soñaba 
profundas plantaciones perfumadas,

me pasea los dedos por la piel y me dibuja
en el espacio, en vilo, hasta que el beso
se posa curvo y recurrente

para que a fuego lento empiece
la danza cadenciosa de la hoguera
tejiéndonos en ráfagas, en hélices,
ir y venir de un huracán de humo.

(¿Por qué, después,
lo que queda de mí
es sólo anegarse entre cenizas
sin un adiós, sin nada más que el gesto
de liberar las manos?)

de Ars Amandi

sábado, 30 de septiembre de 2017

Un encuentro de dos salivas


El amor, un encuentro de dos salivas… Todos los sentimientos extraen su absoluto de la miseria de las glándulas. No hay nobleza sino en la negación de la existencia, en una sonrisa que domina paisajes aniquilados…

Emil Cioran

Fot. Dora Maar
Nush Eluard couchée à plat ventre sur la plage, 1936/37

jueves, 24 de agosto de 2017

Cartas a Milena


No sólo te amo a ti. Es más lo que amo: amo la existencia que tú me otorgas.

Franz Kafka
Cartas a Milena
Ed. Alianza, 2010
Trad. Carmen Gauger

viernes, 16 de junio de 2017

La conversación y el discurso


La conversación.

Propensión del sujeto amoroso a conversar abundantemente, con una emoción contenida, con el ser amado, acerca de su amor, de él, de sí mismo, de ellos: la declaración no versa sobre la confesión de amor, sino sobre la forma, infinitamente comentada, de la relación amorosa.
(Ese otro -amado- puede ser real y presente -conversación propiamente dicha- o real pero ausente, o imaginario, en cuyo caso esa conversación es más un discurso -escrito, poema-).

El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro. Es como si tuviera palabras a guisa de dedos, o dedos en la punta de mis palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo. La emoción proviene de un doble contacto: por una parte, toda una actividad discursiva viene a realzar discretamente, indirectamente, un significado único, que es «yo te deseo», y lo libera, lo alimenta, lo ramifica, lo hace estallar (el lenguaje goza tocándose a sí mismo); por otra parte, envuelvo al otro en mis palabras, lo acaricio, lo mimo, converso acerca de estos mimos, me desvivo por hacer durar el comentario al que someto la relación. (Hablar amorosamente es desvivirse sin término, sin crisis; es practicar una relación sin orgasmo. Existe tal vez una forma literaria de este coitus reservatus: es el galanteo).

Se podrá decir que todo discurso que tiene por objeto al amor (sea cual fuere el sesgo destacado) implica fatalmente una alocución secreta (me dirijo a alguien que ustedes no conocen pero que está ahí al final de mis máximas). (...) En última instancia no es posible hablar de amor más que según una estricta determinación alocutoria; sea filosófico, gnómico, lírico o novelesco, hay siempre, en el discurso sobre el amor, alguien a quien nos dirigimos. Este alguien, si no está presente, es que pasó al estado de fantasma o de criatura venidera. Nadie tiene deseos de hablar del amor si no es por alguien.

Fragmentos de un discurso amoroso
Ed. Siglo XXI, 2004
Trad. Eduardo Molina

Elizabeth and me, Montparnasse Cafe, 1931

miércoles, 17 de mayo de 2017

Palabras que naufragan


Hoy llueve mucho, mucho,
y pareciera que están lavando el mundo
mi vecino de al lado mira la lluvia
y piensa escribir una carta de amor
una carta a la mujer que vive con él
y le cocina y le lava la ropa y hace el amor con él
y se parece a su sombra
mi vecino nunca le dice palabras de amor a la mujer
entra a la casa por la ventana y no por la puerta
por una puerta se entra a muchos sitios
al trabajo, al cuartel, a la cárcel,
a todos los edificios del mundo
pero no al mundo
ni a una mujer
ni al alma
es decir a ese cajón o nave o lluvia que llamamos así
como hoy que llueve mucho
y me cuesta escribir la palabra amor
porque el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa
y sólo el alma sabe dónde las dos se encuentran
y cuándo
y cómo
pero el alma qué puede explicar
por eso mi vecino tiene tormentas en la boca
palabras que naufragan
palabras que no saben que hay sol porque nacen y
mueren la misma noche en que amó
y dejan cartas en el pensamiento que él nunca
escribirá
como el silencio que hay entre dos rosas
o como yo 
que escribo palabras para volver
a mi vecino que mira la lluvia
a la lluvia
a mi corazón desterrado

Lluvia

sábado, 22 de abril de 2017

Lobotomía


—Oh, el amor, ¿sabes…? El cuerpo, el amor, la muerte, esas tres cosas no hacen más que una. Pues el cuerpo es la enfermedad y la voluptuosidad, y es el que hace la muerte; sí, son carnales ambos, el amor y la muerte, ¡y ése es su terror y su enorme sortilegio! Pero la muerte, ¿comprendes?, es, por una parte, una cosa de mala fama, impúdica, que hace enrojecer de vergüenza; y por otra parte es una potencia muy solemne y majestuosa (mucho más alta que la vida risueña que gana dinero y se llena la panza; mucho más venerable que el progreso que fanfarronea por los tiempos) porque es la historia y la nobleza, la piedad y lo eterno, lo sagrado, que hace que nos quitemos el sombrero y marchemos sobre la punta de los pies… De la misma manera, el cuerpo también, y el amor del cuerpo, son un asunto indecente y desagradable, y el cuerpo enrojece y palidece en la superficie por espasmo y vergüenza de sí mismo. ¡Pero también es una gran gloria adorable, imagen milagrosa de la vida orgánica, santa maravilla de la forma y la belleza, y el amor por él, por el cuerpo humano, es también un interés extremadamente humanitario y una potencia más educadora que toda la pedagogía del mundo…! ¡Oh, encantadora belleza orgánica que no se compone de pintura al óleo ni de piedra, sino de materia viva y corruptible, llena del secreto febril y de la podredumbre! ¡Mira la simetría maravillosa del edificio humano, los hombros y las caderas y los senos floridos a ambos lados del pecho, y las costillas alineadas por parejas y el ombligo en el centro, en la blandura del vientre, y el sexo oscuro entre los muslos! Mira los omóplatos, cómo se mueven bajo la piel sedosa de la espalda, y la columna vertebral que desciende hacia la doble lujuria fresca de las nalgas, y las grandes ramas de los vasos y de los nervios que pasan del tronco a las extremidades por las axilas, y como la estructura de los brazos corresponde a la de las piernas. ¡Oh, las dulces regiones de la juntura interior del codo y del tobillo, con su abundancia de delicadezas orgánicas, bajo sus almohadillas de carne! ¡Qué fiesta más inmensa al acariciar esos lugares deliciosos del cuerpo humano! ¡Fiesta para morir luego sin un solo lamento! ¡Sí, Dios mío, déjame sentir el olor de la piel de tu rótula, bajo la cual la ingeniosa cápsula articular segrega su aceite resbaladizo! ¡Déjame tocar devotamente con mi boca la “Arteria femoralis” que late en el fondo del muslo y que se divide, más abajo, en las dos arterias de la tibia! ¡Déjame sentir la exhalación de tus poros y palpar tu vello, imagen humana de agua y de albúmina, destinada a la anatomía de la tumba, y déjame morir con mis labios pegados a los tuyos!

Thomas Mann  "La montaña mágica"
Ed. Edhasa.
Trad. Mario Verdaguer.

lunes, 20 de marzo de 2017

Aniquilación


En cuanto al amor, ya no había que contar con él: yo era sin duda uno de los últimos hombres de mi generación que se quería a sí mismo lo bastante poco como para ser capaz de amar a otra persona, aunque sólo fuera así en raras ocasiones, exactamente dos veces en mi vida. No había amor en la libertad individual, en la independencia, era pura y simplemente mentira, y una de las más burdas que se puedan imaginar: sólo hay amor en el deseo de aniquilación, de fusión, de desaparición individual, en una especie, como se decía antaño, de sentimiento oceánico, en algo que de todas maneras, al menos en un futuro próximo, estaba condenado.

Ed. Alfaguara, 2005
Trad. Encarna Castejón


sábado, 18 de febrero de 2017

Queda escrito


II

Tengo un agujero en el ánimo 
del tamaño de un hombre.

He dejado mi silencio en tu buzón de voz.

( como explicarte)

Me he roto muchos huesos
tratando de doblarlos por donde no puede ser.

Segundo movimiento del poema "Queda escrito" 
incluido en "Últimas consecuencias" 
Ed. Universitas, 2014

jueves, 16 de febrero de 2017

La cruz


La cruz le hace pensar en la división de las personas en hombres y mujeres: la línea vertical es el hombre; la horizontal la mujer. El punto en el que ambas líneas se cruzan supone un misterio. (Ella no sabe nada del amor).

Unica Zürn  Primavera sombría
Ed Siruela, 2005
Trad Ana María de la Fuente