viernes, 7 de abril de 2017

Mi sangre es un camino



Me empuja a martillazos y a mordiscos, 
me tira con bramidos y cordeles 
del corazón, del pie, de los orígenes, 
me clava en la garganta garfios dulces, 
erizo entre mis dedos y mis ojos, 
enloquece mis uñas y mis párpados, 
rodea mis palabras y mi alcoba 
de hornos y herrerías, 
la dirección altera de mi lengua, 
y sembrando de cera su camino 
hace que caiga torpe y derretida.

Mujer, mira una sangre,
mira una blusa de azafrán en celo,
mira un capote líquido ciñéndose en mis huesos 
como descomunales serpientes que me oprimen 
acarreando angustia por mis venas.

Mira una fuente alzada de amorosos collares
y cencerros de voz atribulada
temblando de impaciencia por ocupar tu cuello, 
un dictamen feroz, una sentencia, 
una exigencia, una dolencia, un río 
que por manifestarse se da contra las piedras, 
y penden para siempre de mis 
relicarios de carne desgarrada.

Mírala con sus chivos y sus toros suicidas 
corneando cabestros y montañas, 
rompiéndose los cuernos a topazos, 
mordiéndose de rabia las orejas, 
buscándose la muerte de la frente a la cola.

Manejando mi sangre, enarbolando 
revoluciones de carbón y yodo, 
agrupando hasta hacerse corazón, 
herramientas de muerte, rayos, hachas, 
y barrancos de espuma sin apoyo,
ando pidiendo un cuerpo que manchar.

Hazte cargo, hazte cargo
de una ganadería de alacranes 
tan rencorosamente enamorados,
de un castigo infinito que me parió y me agobia 
como un jornal cobrado en triste plomo.

La puerta de mi sangre está en la esquina 
del hacha y de la piedra, 
pero en ti está la entrada irremediable.

Necesito extender este imperioso reino,
prolongar a mis padres hasta la eternidad,
y tiendo hacia ti un puente de arqueados corazones 
que ya se corrompieron y que aún laten.

No me pongas obstáculos que tengo que salvar, 
no me siembres de cárceles, 
no bastan cerraduras ni cementos,
no, a encadenar mi sangre de alquitrán inflamado 
capaz de despertar calentura en la nieve.

¡Ay qué ganas de amarte contra un árbol, 
ay qué afán de trillarte en una era, 
ay qué dolor de verte por la espalda 
y no verte la espalda contra el mundo!

Mi sangre es un camino ante el crepúsculo 
de apasionado barro y charcos vaporosos 
que tiene que acabar en tus entrañas, 
un depósito mágico de anillos 
que ajustar a tu sangre, 
un sembrado de lunas eclipsadas
que han de aumentar sus calabazas íntimas, 
ahogadas en un vino con canas en los labios, 
al pie de tu cintura al fin sonora.

Guárdame de sus sombras que graznan fatalmente
girando en torno mío a picotazos, 
girasoles de cuervos borrascosos. 
No me consientas ir de sangre en sangre 
como una bala loca,
no me dejes tronar solo y tendido.

Pólvora venenosa propagada,
ornado por los ojos de tristes pirotecnias, 
panal horriblemente acribillado
con un mínimo rayo doliendo en cada poro, 
gremio fosforescente de acechantes tarántulas 
no me consientas ser. Atiende, atiende 
a mi desesperado sonreír, 
donde muerdo la hiel por sus raíces 
por las lluviosas penas recorrido. 
Recibe esta fortuna sedienta de tu boca 
que para ti heredé de tanto padre.

Mi sangre es un camino