domingo, 25 de junio de 2017

Coloma


Iba ya a echar a andar la Ninetta cuando Coloma se salió del grupo en que estaba con nosotros, haciendo aquel paso suyo de cierva encelada, que no parecía poner el pie en el suelo. Su brazo derecho enlazó suavemente, con una soñadora ternura, el cuello de Ninetta mientras su mano izquierda iba acariciándole las crines, en un largo gesto de melancólica gracia, hasta que al fin, acercándose más y más, su linda mejilla fue también resbalando en larga y estrecha caricia por el cuello del animal. Del corazón de aquella criatura cruda y arisca, había salido este movimiento transido de infinita dulzura. Se interrumpió a sí propia Coloma y se alzó con los ojos velados de lágrimas mirando vagamente a los aires con una inconsciente tristeza de animal noble y dejadez desolada de quien acaba de hacer un enorme y delicado esfuerzo.
Entonces comprendí todo el carácter de Coloma. Era de aquellas mujeres capaces de contener un amor y de destrozarse por dentro en un amor, sin revelarse en una sola palabra ni insinuarse en un solo signo hasta el último instante, aquel en que el caballero está montado para la partida.

Rafael Sánchez Mazas
Rosa Kruger
Ed. Trieste, 1984