miércoles, 20 de junio de 2018

No somos nada


-!No somos nada...!
En efecto, no somos nada.
Es la frase que suele utilizarse en nuestro país cuando a alguien le llega la noticia de la muerte de una persona joven, o de cualquiera que se hallase en un proceso de ascensión social, de realizar una carrera que la muerte ha truncado con todo el dramatismo que suele ir ligado a estas interrupciones desgraciadas.
Sí, no somos nada, pero no hay duda de que el señor Ramón le hizo un hijo a la señora Quimeta, su esposa, y de que esta persona murió de parto. Acepto gustoso que en la producción del acto hubo, por parte del señor Ramón, cierta jovial inconsciencia y, por parte de la señora Quimeta, un instante más o menos prolongado de felicidad. Sea como sea, la señora Quimeta murió de parto, por lo que resulta difícil en este caso no plantearse la cuestión de sí el señor Ramón representó o no representó algo para la señora Quimeta. El señor Ramón era un hombre corpulento, con un gran bigote rubio. La imaginación literaria me invita a creer que, poco antes de perder el conocimiento, la señora Quimeta pensó de manera obsesiva en el bigote de su marido y tuvo quizá la sensación de que el bigote se le caía encima y le aplastaba la boca, como la cresta de una cordillera.
También sería muy difícil imaginar que Hitler no hubiera sido nada para los millones de judíos y contraopinantes a los que destruyó en las cámaras de gas y en los campos de concentración de la última guerra.
Dejando, sin embargo, de lado estás pequeñeces, que no somos nada -¡No somos nada!- es de lo más obvio.

Josep Pla
Dietarios I: El cuaderno gris; Notas dispersas
Ed. Espasa Forum
Trad. Dionisio Ridruejo y Gloria de Ros