domingo, 30 de junio de 2019

Viaje

 

6. El viaje en el espacio es a la vez un viaje en el tiempo y contra el tiempo. La complejidad estratificada y condensada de un lugar emerge a veces con violencia, como semillas que rompieran la vaina. Nosotros somos tiempo cuajado, dijo en cierta ocasión Marisa Madieri. Y no sólo cada individuo, también cada lugar es tiempo cuajado, tiempo múltiple. Un lugar no es sólo presente, sino también ese laberinto de tiempos y épocas diferentes que se entrecruzan en un paisaje y lo constituyen; así como pliegues, arrugas, expresiones excavadas por la felicidad o la melancolía, no sólo marcan un rostro sino que son el rostro de esa persona, que nunca tiene sólo la edad o el estado de ánimo de aquel momento, sino el conjunto de todas las edades y todos los estados de ánimo de su vida. Paisaje como rostro, el hombre en el paisaje como la ola en el mar. El paisaje -como la poesía de Andrea Zanzotto- es estratificación de tierra y de historia. No es sólo naturaleza y arquitectura, golfos, bosques y casas, senderos de hierba y de piedra; es también y sobre todo sociedad, personas, gestos, costumbres, prejuicios, pasiones, alimento, banderas, fes. El bosque del viandante moderno es la ciudad, con sus desiertos y sus oasis, su coro y su soledad, sus rascacielos o sus mesones de las afueras, sus calles rectilíneas en fuga hacia el infinito. Acaso el transeúnte con los ojos y los sentidos abiertos sea el viajero más auténtico; su mirada penetra y deshace el escenario urbano como una insurrección, como le sucede a la sacramental y estragada Milán de Luca Dominelli en su poderoso Crollo delle aspettative (La caída de las expectativas).

Claudio Magris
prefacio a "El infinito Viajar"
Ed. Anagrama
Trad. Pilar García Colmenarejo

Collage: Steph Poiraud